Algunas de las embarcaciones de la flota pesquera de la capital han comenzado esta semana a faenar en los caladeros de la Isla de Alborán, donde se encuentra en buena cantidad la cotizada gambar roja o rayao.
En verano, se activa la demanda de pescado y marisco con la llegada del turismo y una mayor demanda en general y los armadores y marineros aprovechan el repunte de precios para faenar en otros cantos más alejados de la bahía.
Algo similar ocurre en los puertos de Adra y Garrucha. En este último Muelle, se acumulan varios meses de recuperación de la gamba roja después de un año en los que las capturar descendieron de forma alarmante.
El problema que más preocupa ahora al sector, al margen de que se obtengan unas buenas cotizaciones en lonja, es que la propuesta para declarar zona protegida una gran parte de los caladeros de la provincia, a partir del área del Seco de Los Olivos no se lleve a término porque supondría un fuerte varapalo para muchas familias del barrio de Pescadería. La Asociación de Armadores Asopesca de la capital ha presentado alegaciones al Ministerio que aún están por resolverse.
En el puerto de Carboneras, donde se amarran alrededor de una treintena de embarcaciones de palangre de superficie, están a punto de volver a salir tras varios meses parados, a la pesca del pez espada (aguja).
San Antonio
Tras las fiestas patronales de San Antonio de Padua, los patrones se harán a la mar para buscar el pelágico a través de aguas del Mediterráneo.
Explica Simón Pérez, secretario de la Cofradía de Pescadores de Carboneras que uno de los principales problemas de la flota, que ya ocurrió el pasado año, es que “como hay muchos ejemplares de atún por las restricciones impuestas a su pesca, se engancharán en las jarcias dedicadas al pez espada dejándolas inservibles”.
Añade Pérez que “es absurdo que se produzca pero ocurre y se tienen que tirar al mar cientos de aparejos y de atunes porque no se pueden comercializar durante la temporada del pez espada”.
Los barcos carboneros, dedicados casi exclusivamente al palangre de superficie, finalizarán en septiembre la temporada del atún.
La historia no tiene desperdicio: resulta que los armadores solo pueden pescar aguja, no atún, al encontrarse en temporada de veda este último pelágico. Pero los atunes, hambrientos, se enganchan en jarcias y aparejos tendidos en el mar para robar la carnada produciendo un grave perjuicio económico a la flota.
La mayoría de estos atunes de gran tamaño acaban muertos y en el fondo del mar con los restos de los aparejos entre los dientes.
Jarcias
Cada uno de los 32 barcos que estos días faenan frente a la costa de Valencia y Mallorca llevan una jarcia tendida de 50 kilómetros con 2.000 anzuelos para los peces espadas. Cada uno de estos aparejos armados con bolas, luces, anzuelos y corchos tiene un valor de unos 12.000 euros y es rara la jornada que no sufra importantes desperfectos. La pesca del atún, mediante palangre se ha visto reducida por imposición de la Unión Europa a los meses de mayo, junio y julio.
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