Ella es zurda y él es diestro; ella de Vera y el de Antas: el tandem perfecto para cubrir todos los flancos de un negocio que paga la nómina a centenares de familias.
No todo el Levante almeriense es la paramera que invocaba Goytisolo . Allí, en la antigua N-340, la carretera de la autarquía y de los gobernadores civiles que giraban visita, medra una empresa que, en cinco años, ha creado 400 empleos.
El Grupo Valero Alonso, con sus tres filiales, tiene dos artífices: José Valero Ridao (54 años) e Isabel Alonso Alonso (48). Ambos, hijos de primitivos agricultores, han tejido una industria basada en el transporte de congelados y mercancías con una facturación anual de 50 millones de euros.
Su aventura arranca hace casi tres décadas con una pequeña furgoneta con la que repartían helados de Avidesa. Hasta que cambiaron de marca para fichar por la menorquina Kalise y crear una empresa propia de congelados.
Credibilidad bancaria
Poco a poco fueron ganando credibilidad sobre las moquetas de los bancos y obteniendo la gasolina de un emprendedor que es el crédito. Compraron un solar sobre una antigua yesera y construyeron una nave que han ido ampliando con tres cámaras frigoríficas hasta sumar 4.000 metros, donde se conservan todo tipo de congelados desde los propios helados a mariscos o pescado troceado que reparten entre bares y comercios de varias provincias a lo largo de 14 rutas. En todos estos años con sabor iniciático, los más férreos siempre, José e Isabel no se despegaron ni un solo día del negocio, desde las 6.30 de la mana que suena el despertador y llegan al tajo, cuando acaba el guarda, hasta cuando la luna de Antas está en todo lo alto del Cabezo María.
Es lo que vieron hacer en los hogares donde nacieron y lo que quieren transmitir a sus tres hijos -José, Andrés y Francisco- integrados ya en la compañía.
La empresita inicial se ha transformado en un gran grupo con tres filiales: Congelados Valero Alonso, Transportes Isabel Alonso Alonso y Transportes José Valero Ridao. Disponen de un almacén de paquetería y grupaje en Holanda con el que dan servicio a sus clientes, principalmente comercializadoras de frutas y hortalizas de toda la provincia como Agroponiente o Davisur.
Todas las noches salen camiones del polígono rumbo a Holanda, Bélgica, Noruega, Dinamarca y, hasta antes del veto, Rusia. Y todos los días se hacen entrevistas de trabajo en las oficinas de la firma donde se contrata, sobre todo, a chóferes y administrativos de la zona: Antas, Vera, Bédar, Huércal-Overa, pero también de Córdoba, Sevilla o Ecuador.
Uno de los encargados de la compañía, Tomy, expresa que “cuando me preguntan por el secreto de Valero Alonso, no lo sé muy bien, pero quizá tenga algo que ver con que cuando Isabel va a los bancos le ponen encima de la mesa un cheque en blanco, el problema es que le ofrecen más dinero del que pide, y que nunca han querido oir los cantos de sirena del ladrillo, ellos se han fortalecido cuando otros se iban estrellando”.
Valero Alonso suma una flota de 150 camiones, el 70% amortizado, con un sistema multifrío y prevé llegar a los 200 el próximo año. Sin negociar pagarés, nutriéndose solo de una póliza de crédito y de mucho trabajar, como sus padres lo hicieron con el legón.
Perfil humano
En esa fértil tierra de Antas, jaspeada de frutales y regada por boqueras moriscas, José e Isabel son el paradigma de la discreción: hasta los camiones que poseen van por las carreteras sin rotular, a pesar de que se codean con las principales del sector como J.Carrión, J.Cano, Frioejido o Cabrera Belzunces. El único capricho que se permite el marido es irse a almorzar los domingos con los amigos al bar Mi casa o al Mundo. En 30 años solo han salido dos semanas de vacaciones para viajar a Argentina y a Dubai. Viven en una casa de Vera, en la que ella nació, aunque se están edificando otra en Antas y disponen de apartamentos en Garrucha y Mojácar que apenas ocupan por falta de tiempo.
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