Simón empezó a practicar yoga hace cinco años para interactuar más con su hija, que sufría una enfermedad grave. A raíz de hacer un curso de yoga para niños se enamoró del yoga. “Me cambió la vida y quería compartir esto que yo sentí con la gente”.
Antes trabajaba en una pescadería y a partir de ahí su vida dio un giro y le cambió la forma de ver el mundo. “Es como si me hubiese puesto unas gafas diferentes, ahora siempre veo el vaso medio lleno”.
Siempre había tenido ganas de abrir un centro de yoga, pero el miedo y la incertidumbre le paralizaban. Finalmente se decidió y quiere que la gente aprenda yoga para que sienta el bienestar que él siente. “Es un modo de vida”, explica.
Junto a Simón, José y Emma imparten clases de yoga y están muy contentos en el centro. La gente está feliz con las clases y afirma que “lo que más me llena es estar con la gente y que aprenda este arte”.
El centro está ubicado en Calle Tartesos 67 en Aguadulce y se imparten cuatro tipos de yoga: aeroyoga, ashtanga, power yoga y yoga terapéutico para adultos. A partir de enero comienzan los cursos de yoga para niños.
“Lo más gratificante es el agradecimiento de la gente. El amor que das y el que recibes, nada más. Es muy bonito que mis alumnos me den las gracias después de sus progresos".
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