No es raro encontrarse a lo largo del curso escolar carteles en farolas y señales ofreciendo clases de apoyo y asegurando buenos resultados. Ante la desesperación de padres y alumnos por los malos resultados de estos deciden probar pero sin caer que están aceptando un servicio sin garantías y que fomenta la economía sumergida.
Seguridad
Desde fuentes de la patronal del sector anunciaban que una academia ofrece al consumidor una garantía de que sus profesores tienen una validez suficientemente contrastada además de tener la seguridad de que pueden consultar sus clientes tanto curriculums como horas de trabajo y calidad de servicio. Esta es una de las diferencias más apabullantes a la hora de elegir un centro homologado de un profesor de apoyo que realizara un trabajo no contrastado y casi siempre en negro, sin facturas ni otras garantías para poder reclamar una baja calidad o mal servicio.
Compatibilidad
Para que un profesor público dé clases particulares en su domicilio debe pedir la compatibilidad a la delegación de Educación. No puede dar este tipo de clases a sus alumnos ni a los del centro donde trabaja. Y debe contar con seguro, licencia municipal de actividad y acceso para discapacitados.
Si los ingresos por esta actividad son superiores al salario mínimo, tiene que darse de alta del Impuesto de Actividades Económicas y cotizar a la Seguridad Social. Todos estos requisitos no los suelen cumplir y hacen una actividad en clara competencia con las academias que sí deben de cumplir todos los obligaciones que les dicta la ley que regula el sector.
Con respecto a los estudiantes de últimos cursos de grado el sector no los ve como competencia pues suelen ofrecer clases de repaso a alumnos de cursos inferiores para ganarse un dinero,y no los consideran no son una competencia real siendo su actividad tolerable.
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