El corazón es un órgano que puede ser trasplantado,pero no suplantado. El corazón de los toreros tampoco. Los tres diestros así lo demostraron, especialmente Paco Ureña, que vino como sustituto de Pablo Aguado y desató su toreo como si quisiera decir que merecía un lugar en los carteles almeriense. Los carteles de la ciudad donde recibió las primeras lecciones de toreo. De corazón torero.
Antonio Ferrera
El primer zalduendo salió algo rebrincado y suelto, despreciando el capote de Ferrera, pero después de una reñida puya de Antonio Prieto, se centró más en la lidia. Las banderillas corrieron más suerte con el toro mejor dispuesto. Ferrera no brindó la muerte del que abría plaza, aunque se había gustado en el quite. Y el toro era más importante de lo que perecía.
El diestro extremeño cobró derechazos excelentes, creciendo en su trasteo a medida que entregaba su casta el toro cada vez con mejores trazas. Era un manso encastado que tenía una faena escrita en la testuz, leída con precisión por Ferrera. Y un pitón izquierdo casi inagotable, que permitió unos naturales que borraron de un plumazo las sensaciones del día anterior.
El toreo de lentitud y de precisión de Ferrera tuvo colofón: entró a matar recibiendo en la puerta de toriles a la altura de su contrastada torería.
El cuarto levantaba las manos entrando al capote, pero tenía su punto de raza. La lidia, algo descompuesta en varas y banderillas. Ferrera, convencido de su toreo, se dobló con su enemigo y luego se lo llevó a los medios, ya predispuesto el animal a embestir cada vez mejor en las manos del extremeño. Por la derecha, por la izquierda. Por derecho. Toreo limpio, de mando y precisión.
Al final, le pidió silencio a la Banda para centrarse en el toro y coronó su faena con la muleta desarmada en las dos manos. Una faena, personalísima que selló recibiendo en la suerte suprema.
Paco Ureña
El diestro murciano resolvió con soltura los primeros capotazos. Después, el banderillero almeriense Curro Vivas demostró todo su oficio salvando una acometida imprevista del toro al caballo. El tercero de la tarde acabó derribando al picador y, otra vez, Curro Vivas demostró su valentía salvando al caballo de los pitones.
Ureña siguió luciendo el percal en el quite de frente por detrás. La tarde iba escalando a cada pase.
Todavía más cuando Ureña le brindó la muerte del toro a Curro, con quien coincidió en la Escuela Taurina del recordado José Antonio Martín. Alguna cosa le enseñaría José Antonio a Ureñita...
Pero aún quedaba más. Una faena intensa, emotiva, inspirada. Con tiempo para pensar y espacio para que el toro entregara toda su excelente casta. Toreo ligado en los medios, muleta planchada, zapatillas firmes sobre el albero. Quiso coronar de rodillas lo toreado de pie y el respetable se lo agradeció.
El toro Tutor enamoró también de modo que su bravura fue reconocida con la vuelta al ruedo.
Cerró plaza un ejemplar resuelto en la acometida que fue tratado con delicadeza en el caballo. Ureña quería apurar el cáliz de la tarde ya vencida. Silencio en la Plaza pare verlo torear por chicuelinas.
Curro Vivas volvió a triunfar en su plaza en el tercio de banderillas. Se tuvo que desmonterar después de un par comprometido y brillante en la ejecución.
Ureña comenzó por alto y luego, entregado con el toro, se fue a los medios a envolverlo con la franela. Convencido de tener el triunfo en sus manos. Pero, en sus manos lo que tenía era la muleta, que flameó entre los pitones tratando de buscar a un toro que perdía empuje en cada lance. No quería el torero cejar en su empeño y se la jugó en las manoletinas, con el animal ya solo pendiente de la taleguilla.
Diego Urdiales
La entrega de Diego Urdiales se estrelló, en cierto modo con la debilidad del segundo de la tarde, probablemente ocasionada en una violenta embestida durante los lances de recibo. Algún pase suelto con la muleta permitió apreciar el toreo de este riojano, que va a por todas siempre. A pesar de eso, la Banda de San Indalecio (que no de San Nicolás) acompañó la faena con la brillantez acostumbrada.
La vuelta al ruedo dejó claro que Urdiales había llegado a los tendidos, pese a todo.
El quinto saltó a la arena mandando y tomándose por su cuenta más puyas de las precisas y con el piquero que se le antojó. Urdiales escribió los primeros renglones alternando lances por bajo y por alto, tratando quizás de acomodarle la embestida. Al toro le sobraba castigo pero tenía qué torear. Diego lo trató bien por el pitón derecho y dejó para la mano izquierda lo mejor de su faena, que prolongó en exceso. Tanto, que tardó en entrar matar, teniendo que hacerlo al sesgo, con el animal rozando las tablas.
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