Es importante el qué, claro. Pero en algunos casos es igual de relevante el cómo. Y a la Romería de Torregarcía hay que darle un par de vueltas en eso de cómo se hacen las cosas. Porque el hecho de celebrar la romería es impecable y digno de aplaudir: la hermandad pone todo de su parte, hay logística suficiente para que la jornada transcurra con normalidad y todo sale, en líneas generales, bien.
Pero el cómo... Ay, el cómo. Seguramente, cada almeriense al que le duela la patrona tendrá su particular lista de cosas a mejorar de la Romería a Torregarcía; si cada español lleva un seleccionador de fútbol dentro, cada uno de nosotros tiene seguramente la fórmula para hacer de la primera romería española del año una fiesta sin parangón. Este no es el caso. Aquí solo se señalarán algunas cosas fácilmente mejorables y otras para las que ojalá tuviéramos una solución.
La primera de ellas es la propia Torregarcía. Vamos a ver.
El Ayuntamiento de Almería pone a disposición de los ciudadanos un servicio extraordinario de autobús para poder ir en transporte público hasta allí y disfrutar de la romería. Excelente. Pero (porque siempre tiene que haber un pero), ¿de verdad tiene que ser el torreón la parada de autobús? ¿Realmente no hay otro lugar, ni otra forma de señalizar el asunto que un cartel amarillo, como de obra, tal y como se ve en la imagen que acompaña a este texto?
Algunos pueden ver ahí un conjunto de piedras cercano a la ruina. Y no se equivocarán mucho. Pero, a modo de amable recordatorio, cabe poner negro sobre blanco que es ahí donde estaba Andrés de Jaén la noche de diciembre de 1502 en la que vio a lo lejos la imagen de la Virgen del Mar. Vamos allí cada año porque la patrona de Almería llegó ahí y fue vista desde esa torre, la cual convendría no convertir en una parada de autobús.
Y ya que hablamos de la torre, este es un claro caso de "entre todas la mataron y ella sola se murió". Las competencias sobre ese montoncito de piedras es del Estado y el tirón de orejas corresponde al Gobierno. Y, por otro lado, hay un aparente desinterés andaluz y almeriense porque aquello tenga un mínimo de dignidad (no digamos ya que esté rehabilitado como para que sea visitable).
De hecho, hace tan solo unos días se conoció la intención municipal de pedirle al Gobierno la rehabilitación y cesión de la Casa Fuerte de la Cruceta, una fortaleza defensiva del siglo XVIII situada en El Toyo. A apenas unos minutos de distancia, Torregarcía no existe a ojos del Ayuntamiento como para pedir rehabilitación o cesión alguna, visto lo visto, a pesar de ser un lugar mucho más relevante (y antiguo) en la historia de Almería.
¿Cómo llevar a la Virgen?
El otro gran tema es la propia Virgen del Mar. Ay, la Virgen del Mar. Vaya por delante lo dicho anteriormente: la hermandad pone todo de su parte, moviliza a su gente, los jóvenes cada vez están más implicados y unidos a la gente de toda la vida, y el trabajo que se está haciendo, en líneas generales, es digno de alabar.
Pero con la romería de Torregarcía sigue pendiente la eterna tarea de darle una vuelta de tuerca a algunas cosas. Una vez más, no solo es el qué; también es el cómo.
La primera gran cuestión a reivindicar es la presencia de la auténtica imagen de la Virgen del Mar en Torregarcía, aunque sea algún año a modo extraordinario. Siempre se alega que no es posible, que la talla es BIC, que el polvo y la arena... Y entonces se pregunta uno cómo demonios lo harán cada año para que la Virgen del Rocío se pasee por una aldea llena de arena, o que recorra kilómetros en andas envuelta y protegida para llegar hasta Almonte. Obviamente, la Virgen del Rocío también es BIC, al igual que lo es su Romería.
Esa es una batalla que algunos damos por perdida, pero no hay que rendirse: ojalá la Virgen del Mar (y no su copia) en Torregarcía.
Pero, si asumimos que esto se tiene que hacer con una copia sí o sí, aún hay cosas que pueden limarse. Y una de ellas es la forma de llegar hasta allí: el hecho de que salga la Virgen en andas, se ponga en un remolque y recorra así kilómetros de carretera hasta llegar a Torregarcía no puede ser la única forma de llevar la imagen vicaria hasta allí. Y, desde luego, no puede ser la más digna. Ahí hay tarea pendiente.
Y desde luego, lo que podría dejar de hacerse es la pantomima del Santuario: dejar, delante de la auténtica patrona de Almería, un cuadro para simular que la imagen no está es la costumbre más absurda de este día, infantilizando hasta el extremo a los almerienses, como en un pequeño juego de prestidigitador para esconder a la Virgen y hacer creer que la que ha salido es la 'buena'. Si no llevamos a la patrona de Almería a Torregarcía por motivos más que argumentados y defendidos, no debería haber vergüenza ninguna en mostrar que, cada Romería a Torregarcía, la Virgen del Mar sigue en su camarín del Santuario, esperando a todos los almerienses.
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