A orillas de la falda de Sierra Nevada y a unos pocos kilómetros del mar Mediterráneo, hallamos los blancos pueblos de la Alpujarra almeriense.
Casas perdidas en mitad de la montaña parece ser el paisaje habitual que encontramos en esta espléndida comarca a la que, además, se le suman huertas y parrales que inundan gran parte de su territorio.
La singularidad que guarda su arquitectura es única pues parece un calco de la parte norte de África que deja claras evidencias de la importancia que tuvo la presencia musulmana entre sus tierras.
Fue en la época andalusí cuando la Alpujarra experimentó su máximo esplendor gracias, especialmente, a la explotación de parrales y frutales ayudado de un sofisticado sistema de acequias y canales para el riego.
Más allá del cultivo, estas tierras también sirvieron de refugio, pues conocida es la historia del último rey de Al-Andalus, Boabdil, que tuvo que refugiarse en un palacio de la entidad local Fuente Victoria, después de que los Reyes Católicos le arrebataran su reino.
Además, la Alpujarra almeriense también fue testigo de la rebelión de 1568, liderada por el morisco Aben Humeya y en cuyas batallas murieron cientos de personas. Este hecho frenó la expansión del territorio y no fue hasta siglos más tarde cuando se comenzó a recuperar su actividad económica gracias a la actividad minera y la exportación de la uva.
Un destino, sin lugar a dudas, único y empapado de una historia digna de ser conocida y es por ello por lo que haremos un breve recorrido en este especial para conocer las peculiaridades de esta comarca.
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