Ha regresado, quince años después, a la tierra en la que rodó 800 balas, un homenaje -que concentra la esencia de las constantes de su cine- a una época irrepetible que cabalgará hacia la eternidad gracias a un puñado de personajes (especialistas, técnicos, intérpretes) que reivindica a cada paso.
Días antes de estrenar su decimocuarto largometraje, Perfectos desconocidos, Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) se ha convertido en el primer director español del Paseo de las Estrellas de Almería, donde el viernes recogió el premio ‘Tierra de Cine’ dentro del XVI Festival Internacional de Cine de la ciudad.
Casualidades de la vida: su estrella viene a continuación de la de Brian De Palma, quien rodó aquí parte de su nuevo filme, Domino. Pensé en él viendo ese plano secuencia con el que usted abre El bar...
Brian De Palma está presente en mi cabeza creo que desde Doble cuerpo, quizás su película que más me ha gustado. Es un honor y una locura poder estar cerca de él, y además en Almería, un lugar al que quiero particularmente.
¿Hubiera sido 800 balas una película radicalmente distinta si no hubiera estado Sancho Gracia?
Es que Sancho Gracia formaba parte del proyecto desde el inicio. La idea de hacerla proviene precisamente del encontronazo emocional con personajes como Sancho y tantos otros que vivieron una edad de oro del cine que se hacía en este país y que lograron el sueño de vivir el cine día a día, casi sin interrupción durante dos décadas, haciendo películas en Almería una detrás de otra. Eso no solo es un recuerdo fantástico sino un ejemplo de cómo me gustaría que fuera la vida.
Debutó con Acción mutante, producida por los Almodóvar, y ahora es usted quien produce a nuevos talentos, como Eduardo Casanova con Pieles, Zoe Berriatúa, con Los héroes del mal, o Juanfer Andrés y Esteban Roel, con Musarañas. ¿Qué debe encontrar cuando le dicen: Álex, échanos una mano?
Un buen guion, eso es lo primero. Y segundo, notar las ganas que tienen de sacar adelante un proyecto que resulta nuevo, diferente, complicado, arriesgado y que las grandes productoras, de entrada, ven con desconfianza. Nos apetece hacer ese tipo de cosas, un cine que necesita precisamente el apoyo de alguien que les diga: este hombre no está loco (sonríe); por favor, escuchadle.
¿Cómo se siente cuando las nuevas generaciones le dicen que es un referente y que han crecido viendo sus películas?
Lo primero, mayor, me siento muy mayor (risas). Y después, muy orgulloso. Siento que lo que haces sirve para algo, que no es un simple entretenimiento, algo que ya es suficiente honor: conseguir entretener a la gente y que se olviden de los problemas del día a día. Me da mucha alegría comprobar cómo algunas de mis películas han hecho que la gente se anime a hacer cine. En definitiva, eso es lo más importante: vivir haciendo cine.
Dirigió la serie Plutón B.R.B. Nero, emitida en TVE. Con las nuevas plataformas (Netflix, HBO, Movistar), ¿le gustaría repetir?
Por supuesto. Incluso antes hemos tenido series pensadas, hemos escrito muchas cosas que no han salido a la luz y lo hemos intentado pero no es fácil. Lo bueno y lo fantástico de las nuevas plataformas es que suponen la aparición de unos nuevos jugadores en la partida y eso amplía, abre expectativas. Estamos viviendo un resurgir de una nueva forma de hacer cine y de hacer televisión, y eso es bueno para todos, sobre todo para el público.
También para televisión dirigió La habitación del niño, dentro de la serie Películas para no dormir, que intentó rescatar el formato creado por Chicho Ibáñez Serrador. Su figura se está reivindicando mucho últimamente, como pudimos ver, por ejemplo, en el festival Nocturna o en El ministerio del tiempo. ¿Cómo valora su figura?
Todos los cineastas le tenemos un gran cariño a Chicho Ibáñez Serrador porque era un enorme técnico, alguien que hizo unas películas extraordinarias, absolutamente adelantadas a su tiempo. Llama mucho la atención que cuando se habla de otros directores de la época todo el mundo recuerda a Mario Camus o a Carlos Saura pero algunas veces -algunas veces, digo- se les olvida nombrar a Chicho. Sobre todo para los cineastas de mi generación y de las siguientes, que amamos el cine de género, él era un ejemplo a seguir, alguien que hacía películas de terror, que no eran habituales en aquella época, y que estaban terriblemente bien hechas. Era un amante del cine americano, un grandísimo técnico y, francamente, todo lo que hacía, lo hacía bien.
También fue un revolucionario en la televisión. Tengo una imagen idílica de mi infancia y uno de los momentos más felices era ver el viernes el Un, dos, tres. O Historias para no dormir. O descubrir el cine de terror de calidad gracias a su programa Mis terrores favoritos, donde presentaba películas de terror. No solo es una figura emblemática a nivel emocional sino que como director ha sido uno de los más grandes.
Gracias a Fran Ortega por su colaboración en esta entrevista.
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