La llana silueta que dibuja la ciudad de Vera contrasta con el cercano cerro que la contempla desde su lado oeste. Coronando la pequeña montaña, una gran imagen del Sagrado Corazón de Jesús, de 8 metros de longitud, recuerda a quienes perecieron en ese lugar, hace ahora casi cinco siglos.
El cerro es visible desde casi todos los municipios cercanos, destacando sobre todo por la noche, cuando los cañones de luz iluminan la santa imagen. El lugar despierta la curiosidad de quienes visitan el pueblo por primera vez, que suelen preguntarse por qué hay una especie de “Cristo de Corcovado en miniatura” observando la ciudad desde tan privilegiado mirador.
El cerro del Espíritu Santo es, quizás, el mayor símbolo de Vera, además de un lugar de incalculable valor cultural, histórico y sentimental para sus vecinos. Allí, sobre esa elevación del terreno, se encontraba hace 500 años la ciudad de Bayra, antecesora de la Vera actual. Fue durante la época musulmana un lugar de gran valor estratégico, en una localización fronteriza con el reino cristiano. En 1488, el 10 de junio, el alcaide Malique Alabez hizo entrega de la llave de la ciudad al rey Fernando ‘El Católico’, por lo que la bandera de la media luna fue sustituida de los torreones del lugar por el pendón de Castilla.
Pocos años pasaron desde esta fecha histórica hasta que tuvo lugar un acontecimiento que quedaría igualmente grabado para siempre en las crónicas. La ciudad apenas llevaba tres décadas bajo el dominio cristiano cuando, la noche del 9 de noviembre de 1518, a las 11 de la noche, un violento terremoto sacudió toda la comarca levantina, causando estragos sobre todo el la ciudad levantada sobre lo que hoy se denomina cerro del Espíritu Santo.
Ciudad arrasada
Ese temblor y su réplica, aún más violenta, destruyeron la ciudad casi por completo, a excepción del aljibe (hoy convertido en museo) y la ya desaparecida iglesia de Santa María. Fallecieron 150 personas, de una población total que no sobrepasaría las 800. Una enorme tragedia.
La destrucción de Bayra hizo necesaria la construcción de una ciudad nueva, sobre el llano situado a los pies del cerro, lugar donde se encuentra la actual Vera. Por orden del emperador Carlos V, se inició de inmediato la construcción de la iglesia-fortaleza que preside la Plaza Mayor.
Conmemoración
Por ello, en homenaje a las 150 víctimas de aquel terremoto, y para que no caiga en el olvido un hecho histórico de tanta importancia, desde hace cuatro años se celebran dos subidas al cerro, organizadas por los creadores del grupo de Facebook ‘No eres de Vera si...’. “La idea surgió como una forma de rendir un homenaje a los fallecidos, ya que salvo por una placa en el ayuntamiento, se les tenía muy olvidados”, explica Gabriel Flores, uno de los precursores del evento.
En los próximos días se celebrará la cuarta edición de esta actividad que cada año gana más seguidores. Hay programadas dos subidas al Espíritu Santo, una diurna el domingo 5 de noviembre, y otra nocturna, el jueves 9 de noviembre, justo cuando se cumplan 499 años del fatídico terremoto.
En la subida diurna, cientos de personas, ataviadas con ropajes del siglo XVI, ascenderán por el sendero del cerro portando la bandera de Vera. Una vez llegados al punto medio, junto al antiguo aljibe, se celebran diferentes actos.
Se leerán diferentes poemas, el discurso de Don Rodrigo de Zárate, un ficticio veratense medieval, o la lectura de un romance que narra los hechos allí sucedidos, por parte de un trovador ciego. Después, sonará música renacentista, con flautas y panderetas, y se bailarán pavanas. Una vez en la cima, se realizará una ofrenda floral por las víctimas.
150 antorchas
La subida nocturna es la más emotiva, ya que se hace coincidir con el momento exacto en el que el suelo se estremeció sepultando la ciudad para siempre.
Para la ocasión, de nuevo vestidos de época, los veratenses ascienden el cerro iluminado ta solo por 150 antorchas: una por cada víctima del seísmo. Una vez en la cima, tras los discursos del alcalde (el actual y el de 1518, Yñigo de Guevara) y el rezo del párroco por las almas de los veratenses fallecidos, la imagen del Sagrado Corazón se quedará a oscuras, dejando todo el lugar bajo la tenue luz de las antorchas en un respetuoso minuto de silencio.
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