Eva de la Torre
23:34 • 28 ago. 2011
Repartidos or la provincia, los 14 agentes de la Brigada de Investigación de Envenenamiento de la Fauna, dependiente de la Consjería de Medio Ambiente, rastrean, detectan y eliminan los cebos con veneno y que suponen unpeligro para la fauna silvestre y, también, para las personas. Estos agentes se encuentran situdos de forma que pueden inspeccionar cualquier lugar en un plazo menor de cinco horas.
De las 16 inspecciones que había realizado la Brigada hasta junio, ante la sospecha de veneno en cebos, 7 dieron positivas y de las 50 que se llevaron a cabo durante 2010, en 23 se localizó veneno.
La brigada de Almería cuenta además con el apoyo de perros especializados, lo que no ocurre en todas las provincias. La unidad canina cuenta en la actualidad con 13 perros adiestrados específicamente para detectar cebos envenenados y pertenencen a cinco razas: perro de aguas español, pastor alemán, pastor belga, labrador retriever y golden. Actúan cuando se ha localizado algún supuesto cebo o cadáver envenenado, pero suelen realizar inspecciones de forma periódica, para detectar posibles cebos envenenados.
Señalizar con GPS
Después de rastrear la zona y en el caso de que los perros encuentren veneno, los agentes señalizan el lugar de hallazgo, mediante un sistema de GPS, y toman muestras que son enviadas al Centro de Análisis que tiene la Consejería de Medio Ambiente para su examen.
En el caso de que se localice algún animal intoxicado, éste se traslada al Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) en Vélez Blanco, donde son llevados los ejemplares de animales para que sean tratados y devueltos a la naturaleza.
Si la situación en sí es grave, aún lo es más si tenemos en cuenta que las especies más amenazadas por este tipo de prácticas son aquellas que encuentran en riesgo de desaparición, lo que supondría un problema para la biodiversidad. Pero el problema es mayor de lo que podría parecer, ya que los productos utilizados para envenenar cebos son altamente peligrosos también para las personas porque su introducción en los sistemas ecológicos supone un grave riesgo para la salud humana.
De hecho, se ha constatado la presencia del tóxico en el campo camuflado en alimentos, como magdalenas o embutidos que pueden ser ingeridos de forma accidental por niños. Pero, además, este tóxico puede incorporarse a la cadena alimentaria de manera indirecta a través del consumo de caracoles o de especies cinegéticas, como el jabalí o la liebre, que previamente hayan estado en contacto con los cebos.
Junto a predadores y carroñeros, pueden también verse indirectamente afectadas otras especies animales que ingieran los insectos envenenados que proliferan en torno a los cebos. Este hecho, amplía considerablemente la magnitud del problema y los riesgos de que el veneno se incorpore a la cadena alimentaria.
El uso de cebos envenenados está tipificado como delito en el Código Penal y es una infracción administrativa que puede acarrerar una multa que puede ir desde 60.000 hasta 300.000 euros.
De las 16 inspecciones que había realizado la Brigada hasta junio, ante la sospecha de veneno en cebos, 7 dieron positivas y de las 50 que se llevaron a cabo durante 2010, en 23 se localizó veneno.
La brigada de Almería cuenta además con el apoyo de perros especializados, lo que no ocurre en todas las provincias. La unidad canina cuenta en la actualidad con 13 perros adiestrados específicamente para detectar cebos envenenados y pertenencen a cinco razas: perro de aguas español, pastor alemán, pastor belga, labrador retriever y golden. Actúan cuando se ha localizado algún supuesto cebo o cadáver envenenado, pero suelen realizar inspecciones de forma periódica, para detectar posibles cebos envenenados.
Señalizar con GPS
Después de rastrear la zona y en el caso de que los perros encuentren veneno, los agentes señalizan el lugar de hallazgo, mediante un sistema de GPS, y toman muestras que son enviadas al Centro de Análisis que tiene la Consejería de Medio Ambiente para su examen.
En el caso de que se localice algún animal intoxicado, éste se traslada al Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) en Vélez Blanco, donde son llevados los ejemplares de animales para que sean tratados y devueltos a la naturaleza.
Si la situación en sí es grave, aún lo es más si tenemos en cuenta que las especies más amenazadas por este tipo de prácticas son aquellas que encuentran en riesgo de desaparición, lo que supondría un problema para la biodiversidad. Pero el problema es mayor de lo que podría parecer, ya que los productos utilizados para envenenar cebos son altamente peligrosos también para las personas porque su introducción en los sistemas ecológicos supone un grave riesgo para la salud humana.
De hecho, se ha constatado la presencia del tóxico en el campo camuflado en alimentos, como magdalenas o embutidos que pueden ser ingeridos de forma accidental por niños. Pero, además, este tóxico puede incorporarse a la cadena alimentaria de manera indirecta a través del consumo de caracoles o de especies cinegéticas, como el jabalí o la liebre, que previamente hayan estado en contacto con los cebos.
Junto a predadores y carroñeros, pueden también verse indirectamente afectadas otras especies animales que ingieran los insectos envenenados que proliferan en torno a los cebos. Este hecho, amplía considerablemente la magnitud del problema y los riesgos de que el veneno se incorpore a la cadena alimentaria.
El uso de cebos envenenados está tipificado como delito en el Código Penal y es una infracción administrativa que puede acarrerar una multa que puede ir desde 60.000 hasta 300.000 euros.
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