Esto de hoy, este Contorno, iba de otra cosa y, sin embargo, va para y por don Fausto Romero-Miura. No lo conozco en persona, soy dominical vecino suyo en este periódico. Leo su página. Hasta ahí llega mi relación con él. El pasado domingo don Fausto abrió en canal su intimidad, nos hizo saber del trago de una botella que nadie guarda en su bodega. Me impactó, me emocionó. Me anudó la garganta. “Tengo cáncer”, así, sin anestésico, a su manera, sin complejos, con serenidad, con elegancia, con magnífico manejo de capote. Con hechuras. Usted, don Fausto, ha abierto la puerta y yo, con su permiso, me cuelo.
Cáncer es una palabra vitriólica, pocas veces la pronunciamos no sea qué. ¿Qué haría usted si le dijeran que padece un cáncer? La respuesta a esta pregunta es tan diversa como diferente es cada persona que lo sufre. Don Fausto Romero-Miura nos ha hecho saber de su formidable entereza. Sí sé también lo que hizo, pongamos por caso, la británica afincada en Mojácar Elaine. K. Brown al finalizar las sesiones de quimioterapia de su primera experiencia con la enfermedad, allá por el año 2007: invitó a tomar café en su casa a personas aquejadas de cáncer “puse un anuncio en el periódico para que pudiésemos hablar de la enfermedad y de cómo manejarla en un país que no era el nuestro y sin familia. Una cosa llevó a la otra, registré esta organización benéfica para ayudar y recaudar fondos a las personas con cáncer”. Así nació MACS (Mojacar Area Cancer Support) Mojácar Zona Cáncer Apoyo.
Permítame que le diga don Fausto Romero-Miura lo que usted ya sabe, que la enfermedad del cáncer lleva asociada la angustia. Si ponerse en la piel de un enfermo es dificultoso, en la de un afectado de cáncer es tarea dura. Suele caerse en el lamento, en el suspiro, es muy difícil empatizar: sentir lo que el otro siente, si no se ha pasado por la encrucijada o no se vive en la sangre de tu sangre. Yo, don Fausto, cómo decirle, tal vez alcanzo a lo que pueda estar pasando por su cabeza además de lo que ya contó el pasado domingo. Los días discurren y los propósitos también.
Sin permiso. Así habrá entrado en la casa de don Fausto Romero-Miura como lo ha hecho el cáncer en la mía. Sin tocar el timbre, sin dar una señal con los nudillos, ni siquiera un ‘guasá’ o un correo electrónico con el aviso de la visita. ¿Para qué tanta tecnología si se te cuela como un raterillo por el canalón que da a la cocina? Encima, cuando hemos tratado de echarlo previa denuncia, el muy cabroncete dice que es un ‘okupa’, vamos, que no se va. El gran hijo de su madre es un inquilino que, además de no pagar, chupa del bote. Se largó cuando quiso, se llevó parte de mi esencia, la del inseparable amigo. Ahora ha vuelto, tiene apresado por la garganta al hermano que me sigue. Anida también en un pecho muy muy cercano. Qué puedo decirle don Fausto que usted ya no sepa. Se lo cuento para que usted conozca que yo sí sé.
En su confidencia habla usted, don Fausto, de ‘letra a la vista’. La mayoría de los que le hayan leído no han firmado una letra, ya no se llevan. Su testimonio es de persona leída, de entendimiento, capacidad e inteligencia suficiente para mirar cara a cara esto y lo que venga. Relativiza con lucidez, mira su repleta cartera de vivencias felices, pareciera no tenerlas tristes. Dice usted que “ahora me permitiré algunos pecados gastronómicos que tenía prohibidos. ¡Total…!”. Me recuerda usted en esto a Borges Que no hombre, que no, don Fausto. No me parece prudente bucear en la intimidad, pero acérquese que se lo voy a decir al oído: yo me gano la vida y me la he ganado siempre juntando, con más o menos acierto, unas palabras con otras. Hay días y ya llevo muchos días como el de hoy, que no acierto a encajar una frase con sentido. Me baila el vocabulario, se me escapan los puntos y las comas de los párrafos. Yo quería escribir de que Mojácar viste de bikini y chanclas durante el día y bikini y tacones de noche, que es una manera de decir. Sin embargo, usted ha puesto negro sobre blanco la verdad de la vida y yo le pido la otra verdad, la de que a pesar de todo hay mucha vida por más que se haya vivido. Usted me entiende a las mil maravillas, como yo creo poder entenderle en cierta medida.
Sé que está perfectamente arropado por su familia, que habrá recibido innumerables muestras de afecto. Por favor, añada a ellas el mío. Es usted un formidable espejo en el que se habrán mirado muchas personas después de leerle.
Con todos mis afectuosos respetos, abrazos.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/160138/carta-a-don-fausto-romero-miura