Hermano Mayor

Imagen de Francisco Castaño y Pedro García Aguado. Foto: Ricardo Alba
Imagen de Francisco Castaño y Pedro García Aguado. Foto: Ricardo Alba La Voz
Ricardo Alba
07:00 • 28 oct. 2018

“No quiero considerarme un enfermo toda la vida, es una condición y como yo no controlo, no puedo tomarlo. Es lo que me dije hace 15 años y de momento vamos bien”.




Salió de la piscina para tirarse al charco. Me corrige: “estaba en la piscina y estaba en el lodo, metido hasta el fondo. Desde muy jovencito, yo creo que por circunstancias familiares tuve demasiada libertad y tomé decisiones tempranas que me llevaron a tener actitudes de riesgo: consumo de alcohol, hachís, pero, tuve la suerte de hacer bien una cosa en mi vida que era jugar al waterpolo. Compaginé esa doble vida durante muchos años, sobre todo desde los años 90 hasta el 2003. En este año, el lodo, el barro, era tan profundo que ni sabiendo nadar podía salir de él. Me metí en un centro terapéutico y pude salir de toda aquella situación”. Estuvo en el agua y en el barro al mismo tiempo.




Quien hace esta confesión de parte es Pedro García Aguado, uno de los mejores waterpolistas españoles: campeón olímpico en Atlanta ‘96, campeón del mundo en Perth ‘98, 7 veces campeón de liga, y 6 veces campeón de la Copa del Rey, entre otros títulos. Pedro escribió un libro, ‘Mañana lo dejo’, en el que el ‘Hermano Mayor’ narra su experiencia como deportista de élite y su posterior caída en el fatídico mundo de las drogas y el alcohol. En este libro y posteriores, Pedro G. Aguado explica cómo el éxito en el deporte, el dinero y la juventud lo condujeron a una vida desenfrenada, acompañada por la adicción a las drogas y al alcohol. Narra, entre miles de anécdotas divertidas y trágicas, su vida mientras estuvo en ese círculo vicioso, y posteriormente, su historia de superación que da paso a una nueva etapa como terapeuta. Meritorio espejo el suyo, si se me permite decir, en el que pueden reflejarse miles de jóvenes.




Francisco Castaño Mena, profesor de Educación Secundaria, ha sido durante siete años tutor en el proyecto del Aula Oberta, que acoge a los alumnos con desmotivación, baja autoestima, trastornos conductuales, absentismo, necesidades educativas especiales, en riesgo social o retraso significativo de aprendizaje, para trabajar con este tipo de alumnos de manera más individualizada, con nuevas metodologías y nuevos planteamientos. En el Aula Oberta intenta inculcar el valor del esfuerzo con unas técnicas muy particulares y haciendo un seguimiento y acompañamiento a los padres para guiarles en la educación de sus hijos. Digo esto para que se entienda lo siguiente.




Francisco invitó a dar una conferencia a Pedro. Pedro aceptó. Desde entonces son pareja de hecho, por así decir, en la tarea de impartir conferencias y talleres donde los padres y madres encuentran herramientas que les ayuden a tratar el tema de la educación de sus hijos, haciendo hincapié en la educación en valores y en el fomento de la inteligencia emocional como pilares fundamentales en su desarrollo.




Francisco Castaño habla de Pedro G. Aguado, de su pasada biografía pantanosa, sin juzgar a la persona. Entiende que haya componentes biológicos, psicológicos, fisiológicos, ambientales, de estructura familiar. Pedro le quita hierro al asunto: “no soy el único, a Dinio también le confundió la noche, no acabé con Marujita Díaz de milagro”. Vale, muy bien, Pedro, ahora hazme la caridad de contar cómo se puede compaginar la práctica de un deporte de élite con el desgaste físico y psíquico del lodazal: “se lo debo al entrenador que tuvimos de pequeñitos en la escuela de waterpolo de Madrid. Entrenábamos muchas horas. Íbamos al instituto y después, a entrenar. Los fines de semana, también. Esto me dio una capacidad de esfuerzo, de superación, de resistencia importante. Cierto es con el tiempo eso se fue mermando y ya, con 30 años, me costaba mucho ir la piscina, recuperarme, pero, como no era consumidor diario sino cíclicamente, pensaba que aguantaría, y no fue así”.




Una curiosidad, Pedro, ¿tus compañeros de equipo conocían tu, digamos, doble vida? “mis compañeros, como yo, éramos unos completos ignorantes. Salíamos, disfrutábamos y sin ningún problema si el lunes vas a entrenar perfectamente que más da que te hayas pasado de vueltas el fin de semana. Yo era capaz de vestir esa doble vida y el lunes ser el primero en el entrenamiento, si bien, con el tiempo, los lunes ya no me podía levantar. Ahí ya me decían ‘Toto’ -me llamaban ‘Toto’- los lunes nunca vienes y yo les respondía que sí, que era verdad, pro es que vosotros os vais a casa antes y yo no encuentro la forma de irme a casa. Con 34 años me dije que esto era ya una cosa seria”. Francisco Castaño abunda en que precisamente este es un problema serio, “el ‘yo controlo’ es el mayor riesgo que tenemos con chavales que consumen, cuando un chaval, un joven, me dice ‘yo controlo’, me echo a temblar porque hay falta de conciencia de riesgo”.




Y ya que estamos, Pedro ¿no sientes cierta presión debido a que tu exposición en programas de televisión, en tus libros, hace que no puedas caer por el vivo ejemplo que eres para muchas personas? “No, porque quizá también es terapéutico, es un compromiso que yo tengo. Y la palabra ya no es ‘no puedo caer’, es ‘no quiero caer’. Yo ya no quiero beber porque sé las consecuencias que tiene. Que la gente sepa donde estuve me gusta porque ayudo a más gente, el hecho de una patología tan estigmatizada, que se lleva de puertas para adentro, que avergüenza tanto a las familias..., cuando te recuperas lo mejor es levantar la cabeza y decir bueno, vale, ya sé lo que hice y no quiero volver ahí, esto ayuda a muchas personas. Cuando me escriben para decirme que han leído mi libro, que se han dado cuenta de les pasaba lo mismo, que se han puesto en tratamiento…, es un aliciente para continuar con esta labor”.


Esta conversación resumida tuvo lugar en Vera hace apenas un par de días, escasos minutos antes de impartir en su Auditorio Municipal la charla ‘Aprender a educar’.


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