Marta Rodríguez
23:15 • 17 sept. 2011
Los vecinos ya no tienen las llaves de la iglesia. Hasta hace bien poco era habitual que las parroquias de los pueblos pequeños de Almería permanecieran abiertas todo el día a la espera de los feligreses que tuvieran a bien ir a rezar. La proliferación de robos en los últimos años ha llevado a las comunidades de algunos templos a adoptar medidas que van del cierre total o parcial, a excepción de cuando se ofician servicios religiosos, a la vigilancia.
Según fuentes de la Diócesis de Almería, que han confirmado esta situación a LA VOZ, el aumento de sustracciones no está relacionado de forma directa con el inicio de la crisis. “Los robos empezaron antes”, afirman. Por su parte, los párrocos consultados por este periódico coinciden en que en la mayoría de los casos el móvil es económico. “El año pasado entraron en la iglesia de Huércal-Overa dos veces, la primera al despacho, de donde no se llevaron nada pues buscaban dinero y no había, y la segunda a la nave principal, cuando se robaron la recaudación del velillero [máquina para encender velas]”, apunta Domingo Fernández Navarrete, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Ansunción. “En general les mueve encontrar algo que echarse a la boca, aunque también hay otros que persiguen hacer daño”, añade Jesús Zapata Rueda, actual sacerdote de Turre que vivió un robo como párroco de Los Lobos, en Cuevas.
Reportaje completo en edición impresa
Según fuentes de la Diócesis de Almería, que han confirmado esta situación a LA VOZ, el aumento de sustracciones no está relacionado de forma directa con el inicio de la crisis. “Los robos empezaron antes”, afirman. Por su parte, los párrocos consultados por este periódico coinciden en que en la mayoría de los casos el móvil es económico. “El año pasado entraron en la iglesia de Huércal-Overa dos veces, la primera al despacho, de donde no se llevaron nada pues buscaban dinero y no había, y la segunda a la nave principal, cuando se robaron la recaudación del velillero [máquina para encender velas]”, apunta Domingo Fernández Navarrete, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Ansunción. “En general les mueve encontrar algo que echarse a la boca, aunque también hay otros que persiguen hacer daño”, añade Jesús Zapata Rueda, actual sacerdote de Turre que vivió un robo como párroco de Los Lobos, en Cuevas.
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