Eva de la Torre
23:14 • 12 nov. 2011
Se llama José Francisco García, es de Níjar, es arquitecto y la semana pasada presentó en Sevilla, en el marco del I Congreso Internacional de Paisaje Cultural, una ponencia sobre el Pantano de Isabel II, una de las infraestructuras hidráulicas más importantes -y sin duda,una de la más espectacular- que se construyeron en España en el siglo XIX y que apenas funcionó una década.
A pesar de que, según palabras del propio José Francisco García, “tardó más en construirse que en usarse” y que podría tratarse de “la historia de un cierto fracaso”, este arquitecto, que trabaja en la Universidad Politécnica de Cartagena, cree que el pantano puede tener un futuro y con su ponencia persigue poner de relieve esta infraestructura y persuadir a las administraciones para que “re-activen con el uso, con su difusión, su conocimiento, dicha presa, así como su entorno”.
La propuesta de García es sencilla: aprovechar lo que antes era el canal de riego de unos tres kilómetros de longitud y convertirlo en un paseo y, lo que antes era la casa del Pantano, hacerla un centro de interpretación de la presa. “Como arquitecto y como nijareño, creo que es primordial proteger este patrimonio hidráulico de la provincia y creo que solo con su uso, con su activación, será posible su preservación”, afirma José Francisco García. Imprevisión e incapacidad.
La historia de esta hermosa obra de cantería -aparece imponente en la rambla de El Carrizal, a unos 5 kilómetros de Níjar, por la carretera de Lucainena de las Torres- es la historia de un gran proyecto malogrado por la “imprevisión, incapacidad financiera y técnica y, sobre todo, por la lejanía de los principales intereses implicados en una empresa ajena a la provincia de Almería”, explica García en su trabajo. Desde que el almeriense Diego María Madolell constituyese en 1820 la primera compañía de propietarios, el proyecto atravesó por bastantes dificultades para lograr ponerse en marcha. Así, solo un año después, en 1821, se escritura una nueva compañía, para que en 1841, el mismo Madolell creara otra sociedad privada, de unas 2.000 acciones, después de recorrer las provincias limítrofes en busca de patrocinadores. La empresa surge, entre otras cosas, por las altas ganancias de los años 40 en el sector minero. Según este arquitecto nijareño, “fue una oportunidad económica, un negocio, de hacer rentable aquellas tierras secanas del Campo de Níjar y convertirlas en fértiles tierras de regadío”.
Una oportunidad, sí, pero una oportunidad perdida por “falta de previsión empresarial”. Tanto es así que si en 1845 se estimaba unas 100.000 fanegas -84.000 hectáreas- las destinadas al regadío con las aguas del pantano, un año después las previsiones rondaban las 20.835 fanegas -17.500 ha.-, aunque lo cierto es que se estaba construyendo una infraestructura para regar entre 6.000 y 4.000 fanegas -menos de 5.000ha.
A pesar de que, según palabras del propio José Francisco García, “tardó más en construirse que en usarse” y que podría tratarse de “la historia de un cierto fracaso”, este arquitecto, que trabaja en la Universidad Politécnica de Cartagena, cree que el pantano puede tener un futuro y con su ponencia persigue poner de relieve esta infraestructura y persuadir a las administraciones para que “re-activen con el uso, con su difusión, su conocimiento, dicha presa, así como su entorno”.
La propuesta de García es sencilla: aprovechar lo que antes era el canal de riego de unos tres kilómetros de longitud y convertirlo en un paseo y, lo que antes era la casa del Pantano, hacerla un centro de interpretación de la presa. “Como arquitecto y como nijareño, creo que es primordial proteger este patrimonio hidráulico de la provincia y creo que solo con su uso, con su activación, será posible su preservación”, afirma José Francisco García. Imprevisión e incapacidad.
La historia de esta hermosa obra de cantería -aparece imponente en la rambla de El Carrizal, a unos 5 kilómetros de Níjar, por la carretera de Lucainena de las Torres- es la historia de un gran proyecto malogrado por la “imprevisión, incapacidad financiera y técnica y, sobre todo, por la lejanía de los principales intereses implicados en una empresa ajena a la provincia de Almería”, explica García en su trabajo. Desde que el almeriense Diego María Madolell constituyese en 1820 la primera compañía de propietarios, el proyecto atravesó por bastantes dificultades para lograr ponerse en marcha. Así, solo un año después, en 1821, se escritura una nueva compañía, para que en 1841, el mismo Madolell creara otra sociedad privada, de unas 2.000 acciones, después de recorrer las provincias limítrofes en busca de patrocinadores. La empresa surge, entre otras cosas, por las altas ganancias de los años 40 en el sector minero. Según este arquitecto nijareño, “fue una oportunidad económica, un negocio, de hacer rentable aquellas tierras secanas del Campo de Níjar y convertirlas en fértiles tierras de regadío”.
Una oportunidad, sí, pero una oportunidad perdida por “falta de previsión empresarial”. Tanto es así que si en 1845 se estimaba unas 100.000 fanegas -84.000 hectáreas- las destinadas al regadío con las aguas del pantano, un año después las previsiones rondaban las 20.835 fanegas -17.500 ha.-, aunque lo cierto es que se estaba construyendo una infraestructura para regar entre 6.000 y 4.000 fanegas -menos de 5.000ha.
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