Ir a la farmacia, la ‘odisea’ diaria para un vecino de Almerimar

Ir a la farmacia, la ‘odisea’ diaria para un vecino de Almerimar

Elizabeth de la Cruz
21:32 • 13 feb. 2012
Volker M.Gdanitz tiene 69 años, es alemán y vive en Almerimar desde hace seis años y medio. En su país, ejercía como profesor de Psicología en la Universidad de Berlín pero en el año 2002 le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson y su vida cambió por completo. Viudo hasta en dos ocasiones, sin hijos ni familia directa, tras jubilarse se trasladó a España y aunque primero vivió algún tiempo en Cataluña, pronto decidió instalarse en el núcleo ejidense de Almerimar, lugar que asegura, le encanta, “por su buen clima y por su gente”, pero no tanto por su accesibilidad. Y es que esa es precisamente su reivindicación.

Volker tiene problemas de movilidad a causa de la enfermedad que padece y por ello se sirve de una silla de ruedas motorizada para desplazarse de un lugar a otro cuando sale a la calle. Sin embargo, algo tan simple como subir a una acera, cruzar de un lado al otro, pasear por las dársenas del puerto, o entrar en la farmacia, se convierte para este alemán en una auténtica odisea ante la falta de rampas en Almerimar, apunta.

De hecho, tanto es así, que a pesar de las dificultades que Volker tiene para ponerse en pie y caminar, debido al avanzado estado de su enfermedad, ha de hacerlo así si quiere entrar en la única farmacia existente en la urbanización ejidense, ya que a excepción de una rampa de acceso para vehículos, no hay ni una sola en toda la calle. Eso sin contar el largo recorrido que debe hacer antes con su silla, que no es otro que “por la calzada y en dirección contraria”.

Carta al alcalde
Ante la ausencia de rampas y los múltiples obstáculos que cada día Volker encuentra a su paso, ha decidido escribir una carta al alcalde de El Ejido, Francisco Góngora, en la que su principal reclamo es que se habiliten al menos cinco rampas en Almerimar. Como dice, esta medida también beneficiaría “a otras personas que se encuentran en la misma situación, en silla de ruedas” así como a las madres que llevan a sus bebés en en el carrito, o aquellas personas que hacen uso del carro de la compra. A pesar de ello, este alemán de 69 años transmite al alcalde que es conocedor de que “tiene que ahorrar dinero”, pero también es comprensible, argumenta, que las personas con discapacidad necesitan un entorno más accesible.

En suma, entre los daños colaterales que sufre Volker en su difícil camino diario, se encuentra el gasto en baterías. “Debido al choque con los bordillos de las aceras tengo que cambiar la batería de la silla cada dos años, algo que si hubiera rampas, solo haría cada cinco”, dice. Lo mismo le ocurre con las ruedas.

Hace apenas unas semanas el área de Urbanismo daba a conocer entre sus grandes retos para este año, la puesta en marcha de un plan de mejora de la accesibilidad para las calles de El Ejido, aunque aún se desconoce cuándo podrían ponerse en marcha las primeras actuaciones.

Mientras tanto, Volker sigue saliendo cada día a la calle con su perro Balú, y deja claro que lo seguirá haciendo mientras su enfermedad se lo permita. Pero esto podría ser más fácil en una ciudad sin obstáculos.






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