Antoñillo el limpiabotas

Antoñillo el limpiabotas

Manuel Leon
22:53 • 12 abr. 2012
Puede que sea uno de los últimos príncipes de su estirpe; uno de los BIC costumbristas que deambulan por las calles de Almería; el cambio de agujas entre la ciudad antigua de coches de caballos y la moderna del smartphone perenne en la oreja. Antoñillo, el limpiabotas del Círculo Mercantil, con su bigotillo y su sonrisa pícara, es parte del paisaje del Paseo. Se ve bullir a este personaje de La Busca de Baroja cada tarde en los soportales de ese club de jubilados de oro, entre las mesas de dominó, pegando hebra con Pepe el ordenanza. Sube cada tarde las escaleras imperiales de Sisí, observado por los retratos de los históricos presidentes, con su silla, su cajetín y su chaquetilla azulete. Allí espera, paciente, que alguno de los parroquianos requiera de sus servicios. Y entonces, Antoñillo, de Pescadería, padre de siete hijos y el doble de nietos, inicia con parsimonia el rito burgués de sacar brillo al calzado, con el cepillo, el betún y el sebo, como el árabe cuando pone la tetera al fuego, como el indio cuando cuece el naam. Así lleva más de una veintena de años, dando conversación o silencio, a demanda del cliente, como un taxista, sin descuidar que la bota de caña, el mocasín o el castellano queden como una patena. Cuando puede se ayuda vendiendo lotería y en Navidad, los socios le obsequian con un jamón que dura lo que un muslo de pollo en la casa de Carpanta. Quedan pocos como él, como digo, quizá Pepe, que solía frecuentar el entorno del Kiosko Amalia, con su visera blanca; hubo también un popular Paco el Feo, en el Levante. Antonio, por ahora, sigue en la brecha cada vez más como reclamo de un parque temático.






Temas relacionados

para ti

en destaque