Príncipe de Dinamarca

Príncipe de Dinamarca

Manuel Leon
01:00 • 24 abr. 2012
Lo que tenga que ser, será y lo que no tenga que ser, no será: es el fatalismo de Hamlet, que puede servir para ese sinvivir en el que vive instalado Alfredo (Sánchez) director general del PITA desde hace unos cuantos años. Alfredo, siempre Alfredo, lleva años sufriendo, gozando, riendo, llorando, por ese templo del conocimiento y de la tecnología que merece ser el tecnoparque; esa ilusión perpetua de parque científico, nuestro Silicon Valley de bolsillo. Lo que tenga que ser será, Alfredo, escribió Shakespeare en boca del Príncipe de Dinamarca. Y si no es, Alfredo, es porque Almería no se lo merece. No ha habido nunca, en la historia de este vieja provincia urcitana y espartera, un proyecto del calado del PITA. Está, aún en tierra de nadie. Y Alfredo lo sabe: la respuesta empresarial -por la crisis, por las dudas, por el miedo- ha sido, por ahora, tibia. A pesar de que Cajamar se ha lanzado, a pesar de que once empresas acaban de anunciar su desembarco en el edificio central Pitágoras. Pero falta mucho aún. El PITA es el futuro de Almería, o debería serlo. Como El Toyo, como la V gama de las hortalizas, como tierra de jubilados europeos que tienen que seguir viniendo a disfrutar del sol almeriense, en cuanto escampe el temporal financiero. El PITA tendrá que ser. Porque a Almería no le queda otro camino, porque en Málaga ya lo es y porque todas las ciudades con ambiciones necesitan un PITA como el que fluye en la cabeza de Alfredo. Allí, en ese secarral medio urbanizado, en esas calles de Madame Curie o Ginés Morata está el futuro de Almería. El PITA tendrá que ser algún día, Alfredo, aunque solo sea por lo que llevas ya en el cuerpo.






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