La luz de la tarde baña a un hombre menudo y enérgico, que sentado en un cómodo sofá se dispone a narrar 91 años de experiencias. Su voz suena clara y si acecha la duda consulta a quien ésta a su derecha, Otilia, su compañera de vida. La mesa llena de libros, los retratos de comunión de los nietos sobre el aparador y, al otro lado de los ventanales la Iglesia. “Yo soy Antonio López”, así comenzó su relato el Frailón, el más oriundo de los roqueteros.
Ayudó a fundar la cooperativa que daría lugar al primer banco de Almería, Caja Rural (actual Caja Mar), construyó viviendas e invernaderos por toda la provincia, erigió uno de los primeros hostales de Roquetas, Hostal Juan Pedro y se atrevió al ocio nocturno con la discoteca Jhon Peter en los años ochenta, pero su verdadero capital es la gente.
“Me ha gustado rodearme de gente muy buena. Solo quería que quien trabajara conmigo estuviera a gusto y ganara su dinerico para poder vivir. No podía funcionar solo, tenía un encargado de obras que era un caramelo, tenía obreros y medianeros estupendos”, dice López. Quien durante la época dorada del ladrillo empleó a más de un millar de personas. El constructor compraba tantos suministros a Roca que la empresa lo invitó junto a otros empresarios a un gran almuerzo en una masía. Cuando el roquetero llegó al banquete vio que toda la carta estaba escrita en catalán y como no entendía nada se quejó a la mesera.
“Hoy en día te fríen a impuestos, no se puede hacer dinero. Si, no ¿te crees que iba a estar yo aquí?”, increpa López. Al tiempo que me invita a ver los últimos invernaderos que hizo en Las Norias. Sus palabras llenas de orgullo contrastan con el tono que usa para hablar de su salud, muchos años y 4 operaciones de corazón.
Vivió la Guerra Civil, su padre, Juan Pedro, fue reclutado en el último llamamiento, la quinta del Saco y, sirvió en Aguadulce con Máximo Cuervo. El destino privilegiado del predecesor se debió a la gran amistad que lo unía al alcalde republicano Manuel Rivas. La relación entre el político y el hostelero, un hombre de fe, trascendía sus ideales. El propio alcalde pidió a Juan Pedro en plena guerra que fundara el Bar López para que se divirtiera la juventud. De aquel primer establecimiento solo queda el suelo sobre el que se levanta el hostal que López bautizó con el nombre de su padre. En el comedor del alojamiento un retrato de Juan Pedro y Juana, padres del protagonista y fundadores del bar dice: “la mejor herencia que os puedo dejar, el trabajo y la humildad”, una máxima para todos los López.
En su juventud pedaleaba hasta los estancos de Vícar o la Mojonera por la noche para llevarse el tabaco que había sobrado y revenderlo en Roquetas, era contrabandista. “Aquí no había nada, más que miseria, eran 4 familias las que tenían para ponerse un abrigo. Cuando llovía la gente se echaba un saco por encima, la mayoría andaban descalzos”, dice el empresario.
A mediados de los 50 empezó a construir las primeras casas en la Mojonera en un terreno cedido por su suegro. “Vendía las casas a 450.000 pesetas como rosquillas”, se reclina hacia delante y mueve la mano con vehemencia, tras el cristal de sus gafas de aviador sus ojos se encienden de emoción.
¿Cómo se embarcó en algo así?
¡Madre mía! Es que es tan largo esto… Yo ayudé a fundar la cooperativa que dio lugar a Caja Rural, lo que ahora es Caja Mar. Conocía a dos abogados del Estado que trabajaban en la Hermandad de Labradores, Jesús Durbán y Juan del Águila (fundadores de Caja Rural). Del Águila era muy amigo de mi hermano, el canónigo, y me dijo que había que hacer una cooperativa. Así que unos cuantos agricultores nos pusimos a reunir las 500.000 pesetas que el Banco de España requería para legalizar la cooperativa. Le pedí a mi padre que pusiera 1000 pesetas en una cartilla para la cooperativa y fui en busca de todos los cortijeros que yo sabía que tenían dinero. Así nació la Cooperativa de Crédito Agrícola a principios de los 50 y aquello fue creciendo hasta que en 1963 el Banco de España la convirtió en la caja de ahorros Caja Rural.
Antonio atestigua como cortijeros y colonos constituyeron la base empresarial del último tercio del siglo XX en la provincia. En ese año 1963 Paco el Piloto, un colono, invernó cien metros cuadrados en Roquetas de Mar y así empezó todo. Seis décadas después la tierra de la miseria exportó 1551 M€ en frutas y hortalizas, solo en el primer trimestres de 2023.
¿Cuántas crisis económicas ha enfrentado?
Ninguna porque siempre he ido a lo que me daba dinero. Generalmente nunca he pedido préstamos, he negociado a papel. Vendía las casas totalmente fiadas, venían y me decían que necesitaba vivienda y yo les daba facilidades, digamos que hacía de banco.
Antes de irme: ¿por qué los llaman los frailones?
Porque mi hermano era el canónigo archivero de la Catedral de Almería, Juan López, y de ahí el mote de los frailones.
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