En Andalucía opera desde hace unos años un gran clúster aerospacial andaluz denominado Hélice. Está impulsado por la Junta de Andalucía con el objetivo de fomentar el negocio aeronáutico en la región. Esta semana, Helice ha participado activamente en el marco de la convención internacional de la industria aerospacial y de defensa celebrado en Sevilla con la presencia de más de 300 empresas y contratistas ojo avizor, a ver por dónde se puede hacer negocio en este sector tan especializado y con tanto valor añadido.
Por allí ha pasado el consejero Avila, el presidente de la CEA, Santiago Herrero, los alcaldes de casi todas las capitales andaluzas y hasta el astronauta Pedro Luque. Almería ha brillado por su ausencia en esta cita tecnológica. Ni ha estado ni se le ha esperado, porque no dispone de ni una sola empresa, ni de un solo euro de inversión pública o privada en este campo. Helice, con 37 empresas, está impulsada con dinero público en proyectos de I+D y tiene instalaciones en Sevilla, Málaga, Cádiz, Huelva, Jaén y Córdoba: todas las provincias andaluzas menos la esquinada Almería (y Granada). Qué casualidad.
Almería ya tiene tomates, ya tiene mármol. Para qué va a querer también hacer trabajos aeronáuticos. Eso son palabras mayores para una provincia campesina acostumbrada a sudar. No, eso de fabricar fuselajes, alas, timones o neumáticos para aeronaves no saldría bien aquí. Eso es más propio de Sevilla o Jaén. En el PITA, el esperado tecnoparque almeriense, tampoco, tampoco. Eso: tomates y mármol. Arroz y tartana, que diría Blasco Ibáñez.
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