Regalo para un médico

Regalo para un médico

Manuel Leon
23:36 • 22 may. 2012

Don José Abad ha cumplido 89 años con losnudillos pelados de tanta  placa de rayos que hizo cuando estaba en activo. Su vida, ahora, en el invierno de su vida, transcurre entre Paseo Arriba, Paseo Abajo, con su mujer Rafaela del brazo; entre ver madurar a sus hijos y crecer a sus nietos; entre la reflexión sobre lo que hizo y lo que le queda por hacer, si las fuerzas (y las ganas) le acompañan. Don José Abad ha sido médico especialista de digestivo en Almería durante 53 años: en la primitiva Bola Azul, en la Casa del Mar, donde tantos hijos de pescadores  vinieron al mundo y en su consulta del Paseo. Allí se dejó las horas para intentar ser un buen médico. Al menos, para cumplimentar el mandato de Hipócrates a sus alumnos hace más de 2.000 años: “si acaso, intenten no perjudicar al paciente”.
Para un hijo de agricultores de Viator, tuvo que ser difícil empeñarse en hacerse galeno. Se marchó jovencitos a Granada, en tiempos de boniatos y cuarterones de aceite, supliendo la escasez con el arrojo del que confía en sí mismo. Tres años mirando desde su cuarto al Albaicín, y de allí, a Madrid, a terminar la carrera y a colaborar como alumno interino del profesor Jiménez Díaz. Ganó con el número cinco unas oposiciones de Atención Primaria y fue compañero de fatigas de facultativos como Martínez Oña, Góngora, Sánchez Pérez, Guillermo Martín, Luis López Gay o Miguel Garrido. Ahora, con esa especie de llanura, de planicie de horas y minutos por delante en que se convierte la vejez, le ha llegado un regalo que él ya no esperaba, a pesar de su dedicación espartana a la medicina. Le han dado la Medalla de Oro de los antiguos alumnos de la Facultad de Granada, algunos de esos con los que compartió flexo y brasero de picón en las frías tardes granadinas.



En el Parador de Santa Catalina de Jaén, con sus amigos Manuel Martínez y Pablo Sánchez, con un nudo en la garganta, se emocionó. Se tenía que emocionar -después de tantas horas de trabajo anónimo- leyendo unas cuartillas a manera de testamento vital, a la manera de un aventajado discípulo de Hipócrates.







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