El café-bar Parrilla Pasaje ha cerrado, pero solo temporalmente hasta que algunos de sus empleados lo reabran para que su larga historia de cherigans continúe.
Esta no es una solución nueva en el sector hostelero almeriense, se ha venido repitiendo en los últimos meses, como solución a la crisis, la jubilación o fallecimiento de los dueños. Cada vez con más frecuencia, es una apuesta valiente que ofrece optimismo frente al sombrío futuro y hace que los empleados se conviertan en sus propios jefes. En el caso de la cafetería de C/ Rueda López, han sido dos empleados los que han tomado la decisión de reabrir, José Rul y Esteban Solbas. “Mi jefe es una persona muy luchadora, se ha portado muy bien. Me llamó, me dijo que se jubilaba y me ofreció continuar con el negocio”, afirma este joven pero veterano camarero. Asegura que tras un lavado de cara y cambio de mobiliario seguirá con la misma línea de calidad, ofreciendo los ya legendarios chérigans.
A diferencia de negocios en otros sectores el cierre de un comercio hostelero puede ser solo un punto y aparte de su historia . Así ocurrió hace meses con los empleados del bar-restaurante cafetería Alcázar. Tras el desalojo obligado del edificio del Paseo, Domingo Alcaraz y su compañero Antonio a la plancha decidieron continuar con el negocio, tres calles más abajo. Le va bien, pero a los que tomen esta decisión les aconseja: “No es fáci, hay que andar con pies de plomo. Apoyo a los compañeros que quieran establecerse pero que se lo piensen muy bien”, afirma este profesional que entró en El Alcázar en 1975.
Lo mismo hicieron Esther y Delia, que al mes del cierre de Calzada Los Molinos y tras muchos años en esta cadena de bares decidieron reabrir el mismo local bajo el nombre de Cauce. Hoy luchan junto a otros compañeros ofreciendo buenas tapas.
Un sector especializado
La hostelería es un sector que da pie a esta operación de trasvase entre dueños y empleados. Se trata de un personal muy especializado, conocedor del sector, y que también se identifica mucho con la “marca” para la que trabaja a menudo más de diez o veinte años. Sin embargo, a menudo las administraciones no facilitan los papeleos ni trámites burocráticos. Se da la circunstancia de que a negocios bien rodados y asentados les piden requisitos, estudios e informes que ya tenían.
Hace algunos años, el famoso Joaquín del bar Bonillo salió de su fama anónima que le dabaGregorio, siempre que le pedía patatas bravas. Joaquín mantiene hoy el negocio. No lejos de ahí, Juan Algarra, dueño del bar-restaurante Capitol, se jubilaba en octubre. El futuro del histórico local estaba en el aire pero Nicolás y Juan Ruescas, los dos cocineros, decidieron continuar su historia en la hostelería de la ciudad; otros dos compañeros abandonaron. A ellos se sumó en la barra Jerónimo Romero llegado del bar Leticia. “Juan se ha portado muy bien, es una bella persona -afirma éste último- No nos cobró traspaso y y solo pagamos un alquiler mensual. Viene por aqui a diario y nos da ánimos”. En la misma calle Granada, otrosnegocios del sector han cerrado en los últimos meses, como ‘Granada 26’, ‘Tapas y na más’ o la ‘crepería Torreluz’. Esta salida profesional de que los camareros o cocineros continúen como empresarios no es reciente. Ya en los años cuarenta ocurrió cuando José Iborra asumió el bar Montenegro. También el legendario El Imperial fue traspasado a dos hermanos que eran empleados del cén
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