Esta es la historia abreviada de un desastre colectivo, de cómo un pueblo dejó perder una de las mayores joyas de su patrimonio natural y cultural, y se dejó amputar parte de si mismo con desconocimiento, falta de miras y de perspectiva.
Cuando hoy se intenta recordar a trompicones el 50 aniversario del rodaje y estreno de la película ‘Lawrence de Arabia’, nadie se acuerda de las dunas inseparables de este mítico filme. Aquellas altísima montañas de arena más allá de Torregarcía y antes de la rambla de las Amoladeras fueron una de la razones cruciales por las que David Lean y su equipo se trasladaron desde Jordania a España.
Algunas de las secuencias más impactantes de esta película se rodaron en aquellas dunas de fina arena: el ataque al tren turco y la posterior estampida de caballos, el peligroso cruce del Sinaí y la muerte de uno de los jóvenes ayudantes de Lawrence y sobre todo, el ataque y descarrilamiento de un segundo tren. Tras el cual, Lawerence camina sobre el techo de sus vagones aclamado por la turba de guerreros árabes que le siguen. Su figura recortada por el sol y su sombra sobre la arena, es la imagen icónica de la película. Pero no ha sido la de Almería tristemente.
Tras los siete oscars para aquella cinta, se sucedieron cientos de películas sobre aquella arena almeriense cerca de la ermita de la Virgen del Mar. Películas de todos los géneros. Westerns, bélicas, históricas, bíblicas, thrillers...En 1966, la existencia de este pequeño desierto dunar llevó a los productores de una serie televisiva de EEUU a instalarse todo un año en nuestra ciudad para el rodaje de 17 capítulos de “The Rat Patrol” -la serie de moda en EEUU, la Perdidos de entonces- y que tenía en su careta de apertura la imagen de las dunas de Almería. Juan Gabriel García y el equipo de coautores de la “Guía del Cine” recogen en este libro editado por el IEA aquellos numerosos títulos y la importancia de aquel paisaje. Pero Almería y los almerienses hemos sido muy desagradecidos con aquellas dunas. La ciudad le debe su crecimiento a aquellas crestas enormes, que trajeron el cine y sus muchos beneficios: nuevos hoteles y apartamentos, favores del Ministerio de Turismo, el aeropuerto...A cambio, el olvido.
El crimen perfecto
¿Qué pasó? ¿Quién mató las dunas de Lawrence?
Fue el crimen perfecto. Hoy no queda el cadáver, los acusados son muchos y ni siquiera se denunció el crimen. Visto hoy con cierta comprensión, se podría decir que el debate y la concienciación sobre el valor ecológico de las dunas fue creciendo de manera paralela, pero mucho más lenta, que la necesidad urgente de arena que tenían los agricultores para sus nuevos invernaderos, llamados también “enarenados”.
La secuencia fue la siguiente: necesidad de arena para los agricultores, extracciones ilegales en las playas de Roquetas; socavones y heridas en playas y caminos; inquietud ante el turismo creciente de la zona; búsqueda de otras zonas suministradoras de arena; surgimiento de los primeros movimientos ecologistas organizados; multiplicación de denuncias y problemas a lo largo de la larga costa...se comete el crimen. Aquello ocurrió en una etapa turbulenta de cambios en todos los órdenes, políticos, sociales y económicos. El debate llegó a mancomunidades, ayuntamientos, LA VOZ, pero había un ausente: el cine.
El cine no contaba aún
En el debate público que surgió jamás nadie mencionó el cine, ni vinculó los lugares a películas míticas como las citadas,
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