Ya lo recogió la prensa local en su momento. El edificio del teatro Cervantes de la capital tardó tanto en hacerse que fueron muchos los colaboradores del proyecto que no llegaron a verlo nunca terminado. Y es que fueron 60 años los que se tardó en tenerlo listo, contando desde el momento en que se tomó la decisión.
La historia documental de estos 60 años es ahora objeto del trabajo de Carmen Ravassa, una mujer que, tras organizar y recopilar toda la información, está escribiendo un libro para acercar a todos los almerienses el periplo de la construcción del Cervantes. “Al descubrir la cantidad de avatares que debieron sortear aquellos emprendedores para llevar a cabo la obra en la que se habían embarcado a lo largo de casi sesenta años, fue cuando me cautivó y apasionó de tal forma que pensé que merecía ser contado”, explica Ravassa. “Los esfuerzos y las luchas que tuvieron que afrontar para regalar a la ciudad ese teatro que soñaban, no podían quedar dormidos entre el polvo de los años. Los almerienses tienen derecho a saberlo” y, por ello, lo contará en su libro, del que ya tiene concluidos unos cuantos capítulos.
Con fecha 3 de septiembre de 1866, se firma la Escritura de Constitución de la Sociedad Constructora del Teatro Cervantes, con la idea de levantarlo en los terrenos que la mercantil compró a tal efecto en el espacio que ocupa actualmente en la capital.
La decisión de construirlo se tomó en el año 1862, pero no fue hasta el año 1866 cuando se puso la primera piedra.Desde esa primera priedra pasaron 56 años hasta concluirlo y se hizo en su totalidad con dinero privado. Las primeras aportaciones se lograron extendiendo acciones a 4.000 reales de vellón cada una. Se vendieron 114 y el dinero conseguido no fue suficiente, por lo que decidieron sacar otras acciones más económicas, a 1.000 reales y 117 personas más se sumaron a la sociedad y empezaron a mover el proyecto.
Todo lo recaudado con las acciones, más las cuotas y el dinero recibido de los alquileres que se hacían para el teatro de novedades una vez que ya se habían levantado los muros que rodean el actual edificio, propiciaron que Almería tuviera su teatro; eso y el que a la sociedad le tocaran 20.000 reales de la lotería.
Almería, en la segunda mitad del siglo XIX estaba empezando a crecer. “Entonces había muchísimas minas, la uva estaba en su momento de auge, también el mármol”, recuerda Ravassa, que también apunta que, en esa época había una veintena de títulos nobiliarios en Almería. Fueron precisamente quienes pertenecían a ellos y un grupo de profesionales, como médicos, notarios o titulares de minas, los que decidieron que la ciudad merecía contar con un teatro, un “buen teatro”. Por eso también las calidades de los materiales eran importantes: hierros de los altos hornos de Bilbao, telas de las fábricas de Barcelona, mármol de Macael. Primero levantaron muros. La construcción se paraba para seguir recaudando con los alquileres; se reanudaba; se volvía a empezar y así durante más de medio siglo. El Círculo Mercantil, que está en el edificio, se inauguró en 1898 y no pertenecía a la sociedad, tan solo tenía su sede allí y pagaba por ello un alquiler, pues la sociedad necesitó dinero y tuvo que alquilar los salones, por lo que el Círculo se convirtió en inquilino. Más adelante, hubo una nueva venta de acciones y el Círculo las compró, convirtiéndose en copropietario. 150 años después de que un grupo de personas pensaran en él, el edificio del Cervantes
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