Antonio Rubio solía obserquiarse, un día sí y otro también, con langosta de la bahía de Almería en en Restaurante Miramar del Parque. Tampoco le hacía ascos al arroz con japuta y a la ternera a la gascuña. Fue el primer director del Banco Español de Crédito en Almería y desembarcó en esta plaza, tras un periodo como interventor en la agencia de la La Coruña.
En tierras galáicas había asumido bien ese rol del buen yantar que se le presupone a todo director bancario que se precie y encontró en la traíña y el palangre de Almería el paraíso para sus jugos gástricos.
Ha pasado un siglo y cinco años de propina de esos almuerzos pantagruélicos, desde que el viejo Banesto desembarcó en esta tierra de parraleros y consignatarios de minas, y ahora echa el cierre engullido por el cántabro Santander de Botín, su último dueño y señor, tras la debacle de Mario Conde y la intervención del Banco de España.
Banesto nació en 1902 con un capital de 20 millones de rubias pesetas, promovido por un galo, Gustavo Pereire, el Asterix de las finanzas de entonces, que invirtió también en el ferrocarril español.
Tras la apertura de su sede central en el madrileño Paseo de Recoletos, sus primeras sucursales se abrieron en zonas de exportación minera como Almería y las jiennenses Linares y La Carolina.
El Banco Español abrió su primera sede en Almería el 15 de junio de 1908 en el Bulevar del Príncipe, esquina con la actual calle Poeta Villaespesa frente al Círculo Mercantil y en los años veinte se trasladó a la señorial mansión de Los Rodríguez, unos metros más arriba, que aún se mantiene como sede central de la entidad.
El Español creció como la levadura en una ciudad de comerciantes y menestrales que necesitaba el crédito para hacer prosperar sus negocios agrícolas y mineros y hasta para comprar los billetes a la emigración americana.
En esa primera sucursal laboraron con manguitos y lentes empleados sepias como Angel Pérez Herrera, Francisco Guillén, Juan Fernández lozano, José Rabell y Antonio Esquinas.
Al bon vivant Rubio, lo sustituyó Fernando Belloso, quien colaboró con la organización de la Banda de Música del Hospicio, después estuvo al frente Andrés Restoy Mateos, y Joaquín Cumella Orozco, el sempiterno director de Banesto hasta mediados del siglo pasado, propietario también del célebre agua de Araoz.
En 1929, Banesto abrió en Vera y después en Berja, Huércal-Overa y Cuevas y se dotó de una amplia red de corresponsales en cada pueblo, cuando ser representante del Banco Español tenía semejante nombradía a la del cura, el médico y a el juez de paz.
Adquirió también popularidad en los años 60 con el Grupo de Empresas y su equipo de baloncesto.
En unos meses, el viejo Banesto, donde tantos ahorros depositaron nuestros abuelos y tantas cartillas abrieron con ilusión a sus nietos echará el cierre a un siglo de historia.
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