Médico de profesión y por vocación, este almeriense de 48 años cumplió la treintena poco después de llegar a tierras británicas “en noviembre del 94”. Estudió Medicina en Granada y, después de realizar el servicio militar en 1992 y, se preparó dos años seguidos para el MIR con la intención de conseguir una plaza para especializarse en traumatología, una de las disciplinas más solicitadas en nuestro país entonces y ahora.
Pese a sus esfuerzos, le resulto imposible obtener su plaza ansiada así que, gracias a un amigo médico y también almeriense, decidió irse fuera de España para optar algo más que un puesto de Médico de Familia.
Así que se marchó al Norte de Inglaterra. Allí consiguió una rotación de cirugía que le preparó en traumatología (su sueño) urología y otras especialidades que forman parte de esta rotación en particular.
Mientras tanto, al ritmo que su experiencia profesional aumentaba, su vida personal se iba transformando también. En ese tiempo conoció allí a la que hoy es su mujer, Gill. Una relación que influiría en su vida laboral haciendo que, ironías del destino, acabase siendo Médico de Familia en el Sistema Sanitario británico.
“En el año 2.000, debería haberme marchado a Londres, Manchester o cualquier ciudad más grande para acabar mi rotación en un Hospital Universitario, pero mi mujer no podía trasladarse por motivos laborales y decidimos establecernos en esta zona”, explica.
Finalmente se graduó en 2003. Desde entonces vive y trabaja en Burnley, situada “a cuarenta minutos de Manchester” donde, además, abrió una clínica de medicina estética. “Todavía aquí se pueden permitir estos tratamientos así que, por ahora, el trabajo no falta”.
Precisamente es ese trabajo el que le impide volver a Almería tanto como quisiera. Aunque intenta estar presente en los momentos importantes.
Su última visita, de hecho, fue este mismo mes. Hace unas semanas regresó a Almería, para pasar la Navidad en familia y, además, estar presente para el 99 cumpleaños de su abuela. Un momento, dice, “que no me quería perder”.
Y como cada vez que regresa a su tierra natal, se da cuenta de lo que más echa de menos: “el sol, las cervecitas y las tapas”. Aunque no la gastronomía local porque se ha encargado de recopilar recetas de su madre y su abuela. “Además, cada vez es más fácil encontrar aquí los ingredientes necesarios para hacer comida española”, comenta Miguel.
Ello se debe a que en la zona en la que reside (el noroeste de Inglaterra) viven personas de muchas nacionalidades. Para el es algo positivo aunque, a la hora de desempeñar su trabajo, tiene que aprender a lidiar con acentos de toda índole.
Además, aunque los británicos no destacan por su interés por los idiomas, su esposa sí que ha aprendido español. De hecho, explica entre risas que cuando ella fue a recibir clases de castellano al Instituto Cervantes de Manchester “todos hacían bromas de su acento almeriense” cuando hablaba. Y es que, el acento de Almería es “difícil de perder”, asegura, “yo también hablo inglés con acento almeriense”.
Las referencias a su tierras son continuas y llenas de sentimiento. Tiene claro que, pese a que lleva media vida allí, para él su casa está en calle Altamira, donde viven sus padres.
Tampoco descarta retirarse en Almería en el futuro. De hecho, ya le ha enseñado la provincia a Gill, su esposa, poco a poco. “La primera vez que vino, hicimos el viaje desde Alicante, bajando por el desierto”. Un paisaje que no la dejó indiferente, como tampoco lo hizo descubrir Cabo de Gata. Es por eso que tiene claro que volverá al sol de Almería. Aunque, por ahora, su vida está en la lluviosa y fría Inglaterra.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/36724/miguel-montero-el-acento-almeriense-nunca-se-pierde-yo-lo-tengo-hasta-en-ingles