Jonathan Moya entró en la sala de vistas número siete de la Ciudad de la Justicia a las diez de la mañana, escoltado por dos agentes de la Policía Nacional y esposado, siempre esposado. Vestía jersey azul, pantalones vaqueros y unas zapatillas deportivas blancas de marca. Tenía, si se permite la expresión, un aspecto saludable.
En su entrada, Moya bajó la cabeza para no mirar directamente a los objetivos de las cámaras fotográficas y de vídeo que esperaban su entrada en la sala elegida por el titular del Juzgado de lo Penal número Uno de Almería, Luis Miguel Columna. Mirando al suelo llegó y mirando al suelo se marchó.
El presunto secuestrador y asesino de la pequeña Míriam de 16 meses, detenido en Abrucena en diciembre, inició ayer la purga de sus ‘pecados judiciales’. En un plazo de dos meses, Jonathan Moya participará en cuatro juicios por presuntas estafas perpetradas desde el año 2008 y en las que se enfrenta a penas de prisión que podrían rondar la década de internamiento, según las peticiones fiscales. Ninguno de estos procesos abordará el crimen de la niña onubense (un juicio que tendrá que esperar todavía algún año), pero permitirán esbozar un retrato personal y delincuencial a través de sus testimonios y reacciones.
“Mi hermano”
De momento, ayer declaró aparentemente tranquilo. No titubeó ante las preguntas de la fiscal, que pide 18 meses de cárcel, ni de la acusación particular, que solicita tres años y una indemnización de 4.000 euros. Eso sí, utilizó un lenguaje coloquial y lleno de incorrecciones propias de un joven con escasa formación (sus vecinos describen un chico “problemático” que abandonó los estudios en el instituto y se metió en “otros negocios”).
En la vista celebrada ayer está acusado por un presunto fraude en la compra y venta de un BMW. Según las acusaciones, engañó al propietario para adquirir el coche por 9.000 euros, que nunca pagó, y luego se lo entregó a un conocido de Fiñana por 5.000 euros. Jonathan Moya negó los hechos y apuntó a su hermano, Iván. “Le entregó el dinero a mi hermano, pero yo no estaba presente. Yo no participé en la compra venta ni firmé el contrato, fue mi hermano Iván”.
La declaración de un testigo subraya la fama de Jonathan Moya mucho antes del crimen de Abrucena. Relata el presunto fraude en la compra del vehículo: “Ya me intentó engañar la primera vez (...) Me echaron la mano por encima y me dijeron, ahora tienes un buen coche (...) cuando fui a la Guardia Civil me dijeron que lo denunciara porque se dedicaba a esas cosas. Pedí un crédito para poder pagar el coche y ahora el banco me amenaza con quitarme la casa por el dinero”.
El juicio quedó visto para sentencia. La defensa solicitó la libre absolución al considerar que no hubo intención de engaño en los contactos para la compra y que, en todo caso, no los hizo el propio Jonathan Moya.
La próxima parada para el joven almeriense será el próximo día 25, de nuevo en el Juzgado de lo Penal número Uno de Almería. La semana pasada ya visitó la Ciudad de la Justicia de Almería para la realización de unas pruebas de ADN por la muerte de la niña onubense.
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