En la novela de Stephen King La Cúpula, llevada recientemente con relativo éxito a la televisión, un pequeño pueblo norteamericano es aislado del exterior mediante una barrera invisible de origen desconocido que rodea la localidad. Una historia que puede sonar familiar para cientos de vecinos del municipio de Sorbas y para una pequeña parte de Los Gallardos y Turre.
A miles de kilómetros de la costa estadounidense, numerosas barriadas del Levante Almeriense han quedado aisladas durante casi un mes, tal y como sucedía en la ficticia ciudad de Chester s Mills. Con la diferencia de que los vecinos de estas barriadas sí que han podido desplazarse libremente, lo que les ha permitido comunicarse con el exterior. Coger el coche o andar hasta la cima de un monte era hasta el pasado sábado -cuando elproblema se dio por solucionado- obligatorio para realizar una llamada o enviar un mensaje. Desde el 8 de agosto hasta el 6 de septiembre, los hogares de barriadas de Sorbas como Gafarillos, Mizala, Varguicas, Gacía Alto y Bajo, La Huelga, La Herrería, además de otras pertenecientes a las localidades de Turre y Los Gallardos no han tenido acceso a servicio alguno de telefonía o internet.
Una situación de la que se hizo eco este periódico hace dos semanas y que acaba de cambiar. Tras la aparición del caso en medios de comunicación, la única compañía telefónica operativa en el lugar ha reaccionado y en los últimos días se han dejado ver técnicos y vehículos trabajando por la vuelta de la cobertura. Mientras tanto, en Gafarillos hasta hace unos días no se creían que pronto pudieran volver a llamar desde su hogar o comercio. “Hasta que lo veamos no nos lo creemos”, comentaba el pasado jueves Encarna Carmona, propietaria de un bar. Parecía hecho a propósito. A la par que el coche rebasaba el cartel que indica el nombre de la pedanía, la cobertura desaparecía. Situación que ha cambiado la rutina que cada verano se repite en barriadas como la de Gafarillos.
Obligados a moverse Los jóvenes, salvo contadas excepciones, han vuelto de forma prematura a su lugar de residencia o a la ciudad donde estudian. La ausencia de internet ha sido demasiado para ellos. Los negocios también han sufrido. Y no solo los que están situados en las zonas afectadas. Pedro, de 30 años, tiene en alquiler un piso en la playa y no ha podido “contactar con los inquilinos ni con los que se interesan”. “Renovar el seguro me fue casi imposible. Tenía que buscar cobertura fuera”, añade.
Otro joven confiesa que ha cogido el coche “todos los días dos o tres veces como mínimo para llamar“. Vecinos que se han convertido sin quererlo en protagonistas de tramas que podrían llevar la firma del mismísimo Stephen King. Por fortuna, esta novela también tiene ya su punto y final
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