Velefique

Un alcalde botánico, guía turístico y productor de cerezas

Rafael García Sola conoce cada hierba del monte, cada huella de animal y cultiva un valle de 60 hectáreas

El alcalde Velefique organiza rutas senderistas por el monte
El alcalde Velefique organiza rutas senderistas por el monte
Manuel León
13:23 • 21 abr. 2015

Transita collados y veredas de los montes de los Filabres con el mismo peritaje que enseñaba ecuaciones en un instituto de Roquetas o que menea una paila de migas.

Rafael García Sola es un tipo sacado de una novela de Delibes, un Hermano Rufino de la sierra: sabe del gordolobo, una hierba desengrasante natural para los cacharros de la cocina, del tamaño de los jabalíes por las huellas de la pezuña, del canto del ruiseñor en la umbría cuando está en celo.

Produce, dicen, las mejores cerezas de la provincia en una finca de 60 hectáreas con un cortijo con horno y era para trilla. Allí, Rafael cultiva también manzanas, peretas y posee un castaño bicentenario que necesita de cinco almas para rodearlo.

Además de eso, Rafael, el de Camila, es alcalde de Velefique desde hace 12 años y piensa repetir. Tiene a gala comandar uno de los pocos pueblos de la provincia que no tiene deuda alguna, “lo llevamos todo al día, a veces es contraproducente porque como vamos bien, nos cuesta más que nos den subvenciones”.

En Velefique están censados 300 habitantes pero vivir vivir, no pasan de 150 (llegó a tener más de un millar). Pero tienen piscina municipal, polideportivo con pista de pádel y hasta cerveza propia, Filabres, que fabrica una pareja de emprendedores con el agua cristalina que brota de las peñas de este pueblo que se quedó vacío tras la expulsión de los moriscos hace más de cinco siglos.

Rafael cada fin de semana, cuando no se hace 80 kilómetros en bicicleta con más de 60 años, ejerce de guía turístico (vayan a verlo, no se lo pierdan): se enfunda su chándal y gorra sahariana y se pone a hablar de aquel tiempo en el que Velefique tenía vacas estabuladas, del cortijo del tío Sebastián Frasco, de la hierba lechitenda, un pegamento natural para atrapar pajarillos o de la variedad autóctona de cereza Corazón de Cabrito, “que no tiene nada que envidiar a la del Jerte”. Cuando llega la época de la recolección, a partir de junio Rafael sirve cerezas y picotas ecológicas a un montón de almerienses de la capital que la esperan como agua de mayo.

Enmedio del monte, golpeado por el viento y el sol, más que en el sillón de alcalde rural, se siente libre Rafael: explicando esos valles a senderistas forasteros, escuchando el trino del ruiseñor frente al cortijo de La Escuela, acordándose de sus padres y abuelos que habitaron esas breñas fecundas, más granadinas que urcitana, donde la temperatura llega a bajar a 14 grados bajo cero, curando sus plantaciones o canalizando sus balsas de riego.




Casas de pizarra en la montaña
Rafael García Sola ha sido profesor en Roquetas y antes en Cataluña durante una década. Volvió a su pueblo, se hizo alcalde y ahora intenta hacer sobrevivir a Velefique a base del reclamo del turismo rural y de una agricultura de subsistencia. Tiene la arquitectura de pizarra de sus casas como un gran icono y un cementerio muy solicitado por vecinos de otros pueblos. En su cabeza bullen proyectos como rehabilitar una vieja almazara de aceite o consolidar el alto de Velefique, a 900 metros, para la alta competición ciclista. Ya fue etapa de una vuelta a España y también cuenta con un campeonato mundial de monopatín. El pueblo guarda la pólvora de los Moros y Cristianos y huele a arroz con leche y pan caliente.










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