Por primera vez, la protagonista de esta sección no eligió marcharse al extranjero para completar estudios, buscar trabajo o seguir a un amor; sino que le fue ‘impuesto’ por el trabajo de su padre, a quien el verano pasado trasladaron a Münster, al noroeste de Alemania. Consciente de que se trataba de “una oportunidad que hay que aprovechar”, María ha exprimido su primer curso allí con la madurez de una adulta, a pesar de sus quince años.
Las dificultades no han sido por ello obstáculo para disfrutar de la experiencia. “La primera ha sido el idioma”, reconoce. “Me pasé todo el verano pasado estudiando cursos intensivos de alemán, pero al llegar vi que no había servido de mucho”, ríe la joven.
“Cuadriculados”
El recuerdo del primer día de clase, en un colegio femenino, será imborrable. “La profesora me sentó en primera fila así que un poco de corte sí pasé”, rememora. Sin embargo, el lugar fue providencial. “Las dos niñas que se sentaron a mi lado me ayudaron muchísimo. Sobre todo una de ellas, Hanna. Se pasó los primeros meses traduciéndome todo al inglés. Y el resto de mis compañeras también se han volcado, han sido muy comprensivas y serviciales”, subraya a lo larggo de su relato.
María y su hermana Lourdes, de 11 años, se han tenido que adaptar a un sistema educativo muy distinto al español. “Las clases están súper organizadas, siempre sabes qué tienes que hacer, ya que los alemanes son muy cuadriculados. Pero por otro lado, el sistema hace que desde pequeños se les imponga un futuro definido”. Las buenas notas de las dos hermanas les permitieron acceder al instituto superior, pero, según explica María, los niños alemanes realizan una prueba a los nueve años y es ahí donde ya se les destina a la enseñanza universitaria, a la Formación Profesional en institutos medios, o a centros donde sólo estudian el 50% de los contenidos obligatorios. “Me parece que es demasiado pronto para condicionar a los niños así”, opina María.
El horario escolar varía según los días: de 8 hasta als 13, o hasta las 15.30. “Los días que comemos en el colegio hay que reservar el menú el día anterior, hay varias opciones, entre ellas una vegetariana”. Y comenta que en su clase hay tres o cuatro chicas que lo son. “Es normal ya desde pequeñas. En Alemania hay mucho gusto por los productos biológicos”, explica.
También por la bicicleta, sobre todo en Münster, que es conocida como la ciudad de la bici. “Vamos en bici a todas partes. En el colegio hay un gran aparcamiento y la policía viene a enseñar la normativa. Incluso te multan a partir de los 14 años si cometes una infracción”. Algo que no le ha pasado a ella. Pero sí ha pasado mucho frío. “Dicen que ha sido un invierno muy suave, pero no para mí”, confiesa.
Cómo no, el clima es una de las cosas que más añora de Almería. Las visitas a España este año “han sido un auténtico tesoro”, dice. La última estos días, cuando ha podido visitar a mios y familia. El martes vuelve a Münster, con las pilas cargadas, dispuesta a seguir exprimiendo una ciudad que ya forma parte de su vida.
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