“Almería necesitaba una librería buena que, además, hiciese de foco cultural. Lo teníamos muy claro y a mediados de los Sesenta nos decidimos a fundarla.
Éramos Pascual González Guzmán, Francisco Sáinz, Antonio Cabrera, Ramiro Sanz, José María Artero y yo. Y a todos les pareció bien que mi marido, que estaba en las minas de Rodalquilar, que las iban a cerrar, se encargara de la gerencia, de llevar adelante aquella aventura.
Contábamos con algo importante, y lo sabíamos. Éramos todos catedráticos de instituto y eso tenía mucho peso. Contar con una buena gestión del libro de texto, que la librería que había, la de Santo Domingo, lo llevaba muy mal, era una garantía para que Cajal pudiera arrancar y consolidarse. Y así fue.
Sabíamos que hacía falta una librería que diese buen servicio y que movilizase, que organizara exposiciones, firmas, conferencias. Y creo que cumplió con aquel cometido.
Una vez llegó una carta del extranjero. Ponía sólo: ‘A la mejor librería de Almería’. El cartero no lo dudó”, sonríe Concha Zorita con un cierto orgullo por aquel proyecto, inmediatamente realidad, que ella ayudó a gestar.
“Yo era cliente, en el día a día apenas eso. Además de mi familia, cinco hijos, cinco, tenía mis clases, las tareas de la dirección de la Escuela de Magisterio y los tribunales de oposiciones. Yo era, de todos los catedráticos, la única con dedicación exclusiva y, claro, se me exigía todo aquello que requiriese de la dedicación excluisva, con lo que no tenía literalmente tiempo para nada más en aquella ciclogénesis explosiva que era mi vida, ¿no se dice ahora así, ciclogénesis explosiva?”.
Sólida formación
Tiene Concha Zorita, doña Concha, como siempre se la llamó por cientos y cientos de alumnos en la Escuela Normal que durante décadas dirigió, la precisión en el lenguaje de aquellos viejos profesores que no dejaban nada a la improvisación, de aquellos enseñantes de la vieja escuela que no se permitían ni un desliz ni un error. Y que tienen un claro sentido de la lógica y el pragmatismo:
“La editorial tenía un problema, que no era rentable, y las cosas que no son rentables...”, se encoge de hombros.
“José María Artero, que fue el gran promotor y animador del proyecto, se entusiasmaba con sus propias ideas como a pocos he visto entusiasmarse. Valía mucho, muchísimo, pero a veces no valoraba las posibilidades reales de aquello en lo que creía.
Y eso pasaba con la editorial Cajal, que no era viable, pese a cuanto editó, con mucho mérito, y a cuanto animó a jóvenes escritores e investigadores, que lo hizo.
Cumplió un gran servicio a la ciudad la librería, fue uno de los elementos más visibles de aquel gran salto que se advertía. La Almería de los Setenta no tenía nada que ver, nada, con aquella a la que yo había llegado veinte años antes. Ya había sido la gran explosión escolar, la escuela estaba atestada, se veía estudiantes en las calles, había dos colegios menores, el de la Sección Femenina donde el actual museo y el anexo al estadio, el Alejandro Salazar.
Fuertes personalidades</
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/37/75-a-almeria-en-la-decada-de/60029/almeria-ensancho-de-mala-manera