“El alcalde que había en Los Gallardos en 1981, era Antonio García Molina, de UCD, alcalde del ayuntamiento del que yo era concejal en la oposición y además director de mi colegio.
Pues bien, un día tiró la toalla. Llevaba dos años al frente del Ayuntamiento y no podía más, por lo que fuese. Dijo que se iba porque no aguantaba ni un minuto más a una oposición tan destructiva como la socialista. Eso dijo, pero era una tontería, tanto, que vino a hablar conmigo y me dijo que se iba del ayuntamiento si era yo quien aceptaba la alcaldía. Me quedé helado.
‘¿Pero cómo me ofreces la alcaldía a mí si somos cuatro y vosotros cinco?’, le pregunté sorprendido;
‘Ya lo tenemos hablado: saldrás alcalde con los votos de los nueve concejales’, me respondió, o sea con los de su grupo y con los del mío.
Pues bien, lo hablé con Santiago Martínez Cabrejas, que además de alcalde de Almería era entonces el secretario de Política Municipal del PSOE, me dio el visto bueno y acepté. Así pasé de concejal a alcalde, con esa extraña suma de votos, con ese más extraño consenso.
Y ya a las siguientes elecciones encabecé la candidatura socialista. Obtuvimos ocho concejales sobre nueve, un resultado nunca conocido en Los Gallardos en unas elecciones”.
Años de ilusión
Suena a rocambolesco lo que cuenta Emilio Ruiz, y visto desde ahora directamente a increíble, pero eran otros tiempos, como Emilio Ruiz iba a poder apreciar también en su ejercicio de algo tan complicado como ha sido siempre una alcaldía.
“La plantilla municipal se reducía a un auxiliar administrativo, un alguacil y un secretario a tiempo parcial, recuerdo.
Esos mimbres había para el trabajo diario, sólo ésos. No hay que olvidar que los ayuntamientos fueron los grandes olvidados de la Transición y no fue hasta bien avanzada la década de los Ochenta cuando comenzó a tomar consistencia la vida local.
Sin embargo, con muy poco hicimos mucho, paradójicamente. Era la ilusión, que nos desbordaba. Recuerdo que mi antecesor se presentó un día en el Ayuntamiento diciendo que le habían aprobado la construcción de cincuenta viviendas sociales en el pueblo.
‘¿Cincuenta viviendas?’, le dijimos no sé si extrañados o admirados, ambas cosas tal vez. ¡Cincuenta viviendas, si ésa eran las necesidades del pueblo para los siguientes cinco años!
Pues sí, cincuenta viviendas, y cincuenta viviendas se hicieron. Al final hasta sobraron y hubo que hacer compromisos para que alguien se las quedara. El mismo delegado de Cultura, Francisco García Molina, que era hermano del alcalde, se hizo de una. Yo tuve el honor de entregar las llaves.
Años de compromiso
Al día siguiente de tomar posesión de alcalde me fui a Diputación. Yo tenía bastante relación con todos los diputados, que me conocían por mi actividad en Ideal, en el que me metió de colaborador, mientras estudiaba Magisterio, precisamente el primer delegado y fundador de la edición de Almería, Francisco García Molina.
Me present&ea
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/37/75-a-almeria-en-la-decada-de/60031/fueron-anos-de-ilusion-y-generosidad