El 15 de enero de 1987 en la Audiencia Provincial de Almería se celebró el juicio contra J. M. detenido por la Guardia Civil acusado de un delito de asesinato. El crimen fue calificado entre los investigadores del caso como un ajuste de cuentas entre delincuentes. El sujeto fue condenado a la pena de veinte años de prisión. Ocurrió la madrugada del 30 de diciembre de 1985 en la barriada roquetera de Aguadulce. Francisco L. fue asesinado con brutal saña. Su autor le asestó más de 20 cuchilladas, cinco de ellas en el pecho, mortales de necesidad. El 27 de diciembre de 1985 los familiares de la víctima ya habían denunciado su desaparición en la inspección de Guardia de la Comisaría de Policía. Según determinó entonces la Guardia Civil un día antes del asesinato la victima en el transcurso de una riña con su agresor le propinó una brutal paliza.
Tres días después de la desaparición de Francisco L su cadáver se encontró semi desnudo en el primer piso de un edificio en construcción situado en un descampado existente entonces a unos cincuenta metros a espaldas del cuartel de la Guardia Civil de Aguadulce. El cadáver estaba cubierto con matorrales y según los médicos forenses murió en los primeros momentos de la agresión ya que la herida más profunda le había partido el corazón.
El cuerpo sin vida solo llevaba los calcetines y algunos jirones de su camisa. Su propia madre tuvo que pasar el amargo trance de reconocer su cadáver ya con avanzados síntomas de putrefacción en presencia de la comisión judicial y médicos forenses. Los facultativos apreciaron en su cuerpo hasta 22 puñaladas. Su asesino J. M. de 30 años fue detenido por la Policía Judicial en la puerta del pub Salón de Aguadulce unos días después de cometerse el crimen, confesando su autoría y otro joven de Almería, de 20 años fue detenido por un delito de encubrimiento, aunque no llegó a ingresar en prisión.
La instrucción del caso corrió a cargo del juzgado de instrucción número 1 de Almería. Durante un registro domiciliario en la vivienda del detenido en la zona del Barrio Alto, la Policía Judicial de la Guardia Civil halló en la vivienda una escopeta de cañones recortados con dos cartuchos en la recámara, tres armas blancas, entre ellas un machete de más de 20 centímetros de hoja y que según se estimó en fuentes de la investigación pudo ser el arma utilizada por el asesino para cometer el crimen. Acusado de asesinato en primer grado y tenencia ilícita de armas tras su traslado a la prisión del Puerto de Santa María en el mes de noviembre de 1986 fue de nuevo enviado a la prisión provincial de Acebuche. Este hombre durante su permanencia en la cárcel almeriense protagonizó diversos intentos de fuga, lográndolo al menos en dos ocasiones. Para provocar su huida en cinco ocasiones se cortó las venas y se tragó varias pilas de transistor.
La última, cuando escapo de los policías que le custodiaban al ser trasladado desde la cárcel de Acebuche al hospital provincial para una revisión médica. Ocurrió el lunes 22 de febrero de 1988. El recluso golpeó violentamente a los policías que se encargaban de su custodia cuando se encontraba en la consulta de rayos X del hospital. La Policía durante las horas siguientes peinó distintas zonas de la ciudad Quemadero, Polígono Puche y el barrio de Los Almendros. El preso fue calificado entre sus compañeros de módulo en el Acebuche y funcionarios como el poeta asesino por su desmedida afición a componer versos. Los psicólogos del centro penitenciario lo definieron como de alta peligrosidad unida a su compleja personalidad psicopática.
El 24 de febrero fue detenido dos días más tarde en una vivienda del Quemadero donde se había refugiado en unión de otros delincuentes. En una operación relámpago, efectivos de paisano del Grupo de Investigación de la Policía detenían al individuo junto a tres individuos más. El fugado se entregó voluntariamente y sin ofrecer resistencia. La indiscreción de uno de los individuos puso en alerta los agentes de paisano que discretamente lo fueron siguiendo hasta la vivienda en la que se encontraba el fugitivo.
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