A los almerienses que han rebasado de largo la frontera de los sesenta años, no se les podrá olvidar fácilmente otro de los grandes capítulos luctuosos ocurridos en la provincia de Almería. En esta ocasión fue en la capital, como es el caso de la explosión de la calle Gerona, cuya deflagración provocada criminalmente, acabó con la vida de siete personas entre ellas, tres niñas y la del autor material del criminal atentado. Todo se produjo en escasos minutos durante las primeras horas de la madrugada del domingo al lunes 17 de marzo de 1980.
Eran las doce y veinte minutos de la noche. El preciso momento en que sonó la alarma en el parque de bomberos de la capital. Tras la virulenta explosión, dos vecinos de la capital los hermanos Pedro y Rafael Sánchez en esos primeros minutos arriesgaron sus vidas desafiando las llamas, al acceder a la vivienda de dos plantas que quedó destruida para rescatar a las personas que se encontraban en el interior de las casas, antes de iniciarse las labores de auxilio por la Policía y bomberos.
Un marinero de guardia en la Comandancia Militar de Marina no dudó en jugarse la vida y se incorporó a las labores de salvamento. El aspecto de la calle era dantesco. El pequeño edificio del local comercial ardía por los cuatro costados junto a dos coches aparcados en la puerta del inmueble. De uno de los balcones saltaba uno de los supervivientes mientras el otro pequeño logra ser rescatado por los hermanos Sánchez. El sargento Cruz que mandaba la dotación de bomberos subió a la primera planta junto a un agente de policía buscando supervivientes entre las llamas y los escombros. Un escalofrío recorrió sus cuerpos. A poca distancia bajo los escombros encontraban los cuerpos sin vida y calcinadas de las dos hermanas abrazadas.
El incendio provocado de manera premeditada e intencionada por José Amo inquilino del local "Comercial Cruz” situado en los bajos del pequeño edificio de dos plantas dedicado a la venta de productos de droguería, comenzó a propagarse rápidamente invadiendo las pequeñas habitaciones interiores del local donde había almacenada una importante cantidad de material inflamable, pinturas y otros productos de alta toxicidad.
La terrible explosión destrozó materialmente el cuerpo al autor del siniestro, sorprendido por el fuerte estallido que reventó los techos y paredes del local alcanzado a los pisos superiores.
Siete personas ajenas a la criminal acción de un grupo de individuos sin escrúpulos, que según pudo determinar la Policía tenían antecedentes anteriores por provocar hechos de similares características en otras capitales españolas, la última al parecer en un local de una barriada cercana al puerto en Palma de Mallorca, perdieron la vida.
Movidos por el lucro y ambición provocaron el incendio de la droguería de la calle Gerona para cobrar los veintidós millones de pesetas de prima del seguro sin importarles las consecuencias de su macabra acción. Varias horas más tarde de que los cuerpos de las victimas recibieran sepultura en el cementerio de San José después de haber sido velados en la capilla ardiente de la iglesia de San Pío X de la barriada del Zapillo, la Policía almeriense continuó su trabajo iniciando las pesquisas para detener a los integrantes del grupo criminal implicado en el incendio que habían planeado el terrible siniestro. En esas primeras veinticuatro horas fueron arrestados Gabriel Caimari, Ana Cruz, José Chambo y Ana López.
Nada más concluir su trabajo los bomberos y rescatados los cadáveres, la Policía se puso en acción para el total esclarecimiento del caso. El cerebro de la organización se detuvo posteriormente, dos semanas más tarde en una localidad cercana a Palma de Mallorca a donde huyó tras la tragedia y fue trasladado a Almería en uno de cuyos juzgados se instruyeron las diligencias del caso.
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