La noticia del caso en rigurosa primicia, fue publicada por quien suscribe, hace 35 años en La Voz de Almería el 18 de junio de 1988. De insólita, fue calificada entonces la peripecia vivida por un vecino de Los Gallardos, que ese día se presentó en Urgencias de Torrecárdenas, para que un facultativo le solucionara un grave problema que lo venía amargando desde unas horas antes. Un cojinete de rodamiento le había atrancado en el pene.
El vergonzante vecino, según sus propias palabras al personal subalterno del centro, había tratado durante varias horas de desprenderse del cuerpo extraño que había introducido en su pene, pero en vista de la imposibilidad de hacerlo por sus propios medios, bien aconsejado y disimulando su delicada situación recorrió en su coche los más de sesenta kilómetros que separan Los Gallardos de la capital, para que un personal cualificado lo atendiese en el hospital.
El individuo afectado, contaba entonces 42 años de edad y estaba casado. Se presentó en las oficinas de Admisión acompañado de su esposa ambos hechos un manojo de nervios.
Nuestro hombre, cuando le llegó su turno, intentó explicarle a la funcionaria a media voz entre titubeos y medias palabras lo que le ocurría sin que la mujer entendiese nada, pidiéndole ya en un tono de voz más alto las causas de su presencia en el departamento de Urgencias para poder rellenar el informe del padecimiento de los enfermos que han de entregar a los médicos de guardia como paso previo antes de recibir asistencia sanitaria.
La esposa, mezclada entre el numeroso grupo, y roja como un tomate no tuvo entonces más remedio a través del cristal de separación de la ventanilla y rodeada de enfermos y familiares, que pormenorizar entonces más detalladamente y a viva voz contar lo que le ocurría a su desdichado marido.
Ante lo insólito del caso y dado que los servicios sanitarios carecían del instrumental necesario en la sala de operaciones para resolver el singular problema, uno de los sanitarios tuvo la feliz idea de que se pidiera ayuda a uno de los mecánicos del servicio de mantenimiento del hospital.
El mecánico, un autentico manitas conocido desde entonces como "El Barnard" intervino de forma resolutiva en la "operación" liberando con herramientas de su trabajo y con increíble destreza el maltrecho miembro apresado por tan extraño objeto.
Las habilidades quirúrgicas demostradas por el mecánico, fue comentada de forma satisfactoria por el resto del personal sanitario presente, escapándose algunas palmas espontáneas cuando el susodicho cojinete cayó sobre la camilla partido en dos piezas.
Tras la intervención que no causó mayores problemas, el enfermo tuvo una rápida recuperación alterada algunas veces por los murmullos y comentarios jocosos de otros compañeros de la sala de Urgencias y las divertidas miradas del personal femenino del centro.
Dado el feliz resultado, no se valoró en excesivo las consecuencias peligrosas del caso, si hubiese pasado mucho más tiempo desde el momento en que se produjo "el incidente" con el cojinete y la providencial intervención del "mecánico-operador”
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