Una joven ilusionada en ‘Pobre diabla’

Marcela conoce por casualidad a Ariel Mejía Guzmán, un millonario que desea casarse con ella.

La Voz
Pilar Martínez Manzanares
09:15 • 01 sept. 2024

La familia Mejía Guzmán es una de las más influyentes y poderosas de la sociedad caraqueña. Está compuesta por la estricta y autoritaria doña Roberta y sus hijos. Su poder reside en su importante editorial La Estrella, que cuenta con las revistas más valoradas por parte de la opinión pública venezolana. El director de esta empresa es Ariel, el primogénito. Un hombre maduro, de unos cincuenta años y todo un conquistador nato. Su padre, don Ezequiel, le dejó casi la totalidad de su herencia en detrimento de los otros miembros de la familia. Sus hermanas, Laura y Clotilde, siempre se han quejado de esta innegable desigualdad.



Romance apasionado



Hace más de veinte años y guiado por los impulsos adolescentes, Ariel vivió un apasionado romance con Alma Farias, quien por aquel entonces era una de las criadas de los Mejía Guzmán. Como consecuencia de este apasionado romance, Alma queda embarazada. Para evitar ser la comidilla de la ciudad, la familia Mejía Guzmán obliga a la empleada a marcharse lejos con su criatura.



Cambio de parecer



Ariel accede a los deseos de sus progenitores y se marcha una buena temporada al extranjero. Sin embargo, cuando regresa, decide reconocer a su único hijo, de nombre Ariel Jr., y pasarle a Alma una gran cantidad de dinero todos los meses para su manutención.



Un joven resentido



Los años pasan y Ariel Jr. crece sin querer saber nada de su padre, ni de su dinero. "Yo quería a mi padre a mi lado, no un montón de cheques", le dice un día Ariel Jr. a su madre. Por su parte, Alma no ha podido olvidar a su gran amor y se lamenta



no por no haber podido vivir a su lado la vida que siempre ha merecido.


Pequeño accidente

En el presente, Ariel padre, que ya ha olvidado a Alma por completo, ha comenzado una relación con Emilce, una compañera de trabajo con la que tiene pensado casarse en algún momento. La bella mujer acompaña a su novio a un partido de Polo. Ariel sufre un pequeño percance y termina cayéndose del caballo. Emilce le pide a Ariel que vaya al médico para comprobar que no se ha hecho daño: "Por favor, me quedaría mucho más tranquila si me hicieses caso. Es por tu seguridad, querido".


Castigo divino

Siguiendo los consejos de su amada, al día siguiente, Ariel visita a su gran amigo, al doctor Riera, y se hace unos análisis. Tras varios exámenes más, estos arrojan un resultado muy triste: a Ariel le quedan solo tres o cuatro meses de vida, pues está muy enfermo. Deprimido, Ariel sale de la consulta del médico sin ganas, ni intención de contarle a nadie lo que acaba de descubrir: "Dios mío, dime qué he hecho yo para merecer un castigo semejante. Esto no me lo merezco".


El encuentro

Completamente ido, Ariel vaga por las calles sin rumbo fi jo. De repente, tropieza con una vendedora de café muy joven, guapa y con una vitalidad envidiable. La muchacha es la viva imagen de la juventud y la alegría. Teniéndola frente a frente, Ariel se siente otra persona y nota como la energía que ya creía perdida, vuelve a fluir por sus venas. La joven en cuestión es Marcela Morelli.


Ariel se enamora de ella a primera vista y comienza a cortejarla: "Creo que nunca había conocido a nadie tan noble y bella como tú".


Pedida de mano

Después de varios encuentros, Ariel, sin decirle a Marcela que se está muriendo, le propone matrimonio. Sabe que a su lado podrá ser feliz lo poco que le resta de vida. Marcela, que se siente la protagonista de un cuento de hadas, acepta sin pensarlo. Por su parte, Ariel cambia su testamento y le hace entrega del nuevo a su abogado y amigo, Obarrio, pidiéndole que lo abra

en cuanto él fallezca: "Mi esperanza de vida es solo de tres meses".


Testigos de boda

Días más tarde, Ariel se casa con Marcela sin decirle nada a su familia y pone rumbo a Italia, donde vivirán su luna de miel. Los únicos que saben que se han casado son los padres de Marcela, Mauro y Lucía.


En un primer momento, los dos se muestran reacios a la idea de que su hija se despose con un hombre que acaba de conocer, sin embargo, pronto se dan cuenta de que los sentimientos de Ariel por la chica son genuinos y deciden no oponerse a la ceremonia.


Viaje a la ciudad...

Mientras, Ariel Jr. pasa por un momento crítico. El joven ha crecido en la más absoluta pobreza tras negarse durante años a recibir el dinero que le enviaba su padre. Ahora, la situación es mucho peor. Su madre está muy enferma y el chico se muestra desesperado ante la falta de recursos económicos.


Viaje a la capital

Ariel Jr., guiado por los consejos de su novia Teresa, toma la decisión de viajar hasta la capital venezolana en busca de su padre, para pedirle ayuda. El muchacho ignora que su progenitor ni siquiera se encuentra en América Latina. "Es hora de que

reclames todo aquello que te negaron desde tu nacimiento", le dice Teresa a Ariel Jr.


Inquietud materna

Doña Roberta, que está en el campo con sus hijas, trata de contactar con Ariel a través de Emilce, pero esta le responde que hace varios días que no sabe nada de él: "Desde el partido de polo, parece que se le hubiera tragado la tierra. Seguramente se habrá ido de viaje sin avisar, como suele hacer siempre. No creo que debamos preocuparnos, señora".


Lejos de tranquilizarse con esta conversación, doña Roberta se muestra más inquieta que nunca. "Tengo la impresión de que vuestro hermano está haciendo algo a mis espaldas y esto no me gusta para nada", dice la mujer a Laura y Clotilde.


Duros reproches

Laura y Clotilde le reprochan a su madre que siempre le haya permitido a Ariel hacer y deshacer a su antojo, mientras que ellas han tenido que vivir bajo su yugo. "Es verdad lo que decimos. Clotilde nunca ha tenido novio por tu culpa y a mí me obligaste a casarme con Diego, a quien sabes de sobra que no amo. Odio mi matrimonio y soy infeliz", dice Laura a su progenitora. "Yo siempre os he guiado. Ese es mi deber como madre", sentencia doña Roberta, dando por finalizada la conversación.


Un gran temor

Los síntomas de la enfermedad de Ariel aumentan a pasos agigantados. A duras penas, el empresario logra ocultarlos delante de su reciente esposa, Marcela.


Los medicamentos que Riera le dio, casi no le hacen efecto y los dolores comienzan a ser constantes. Ariel teme que su final

esté mucho más cerca de lo que su médico y amigo le había dicho en un primer momento.



Temas relacionados

para ti

en destaque