Con un reloj que no daba la hora, y casi diez mil almas abarrotando los tendidos de la plaza de toros de Almería, todo el toreo clamaba con una sola voz por el respeto y la libertad para la tauromaquia. Los alumnos de la Escuela Taurina portaban por el ruedo una pancarta ‘Los toros: cultura, raices y libetad de un pueblo’ mientas que los ocho tendidos del coso almeriense se fundían en una sentida ovación.
Una vez comenzado el festival, el toreo ha llevado firma almeriense. Tanto Jesús de Almería, como Torres Jerez y el novillero José Cabrera han estado por encima de sus oponentes.
El más antiguo de ellos, Jesús de Almería, recibió al novillo que le correspondió en suerte con tres largas cambiadas antes de llevarselo a los medios veroniqueando. Tras presentarle el novillo al del castoreño tres verónicas y una media de un Jesús de Almería que volvía a su plaza de toros.
Brindó la muerte de este novillo al matador de toros Antonio Márquez. Con la muleta le tocó hacer un esfuerzo para ligar los pases con un toro al que le costaba pasar, rematando los muletazos buscando lo que hubiera por encima del estaquillador, dejando su matador la muleta puesta delante de un toro tardo al que había que provocar la embestida. Unos ayudados por alto fueron la forma de cerrar al novillo en tablas antes de firmar la actuación con una estocada tendida.
Por su parte Torres Jerez recibió al quinto de la mañana por cordobinas y ceñidas verónicas a pies juntos. Con la misma intensidad lo condujo al picador galleando con el capote a la espalda. Tomada la muleta resultó ser este quinto, de Murube, el mejor del encierro, con nobleza, transmisión, toneladas de fijeza y humillación. Torres Jerez lo entendió pronto y muy templado se hizo con la embestida ligando series de derechazos y naturales. Abandonado el torero y toreando encajado, con el mentón hundido en el pecho, alcanzó su punto álgido con un circular genuflexo, en los medios del ruedo, que puso al público en pie. A los sones de ‘Manolete’ cierra al toro con toreros cambios de mano y algún rodillazo que le supuso un pequeño susto que solventa con torería. Con gritos de ‘¡torero, torero!’ cuadra al toro y tras un avisó lo mata de certera estocada.
La terna almeriense la cerraba el novillero José Cabrera, que tras un buen recibo capotero con una larga cambiada en el tercio firmó un quite por tafalleras, no con la limpieza que deseaba.
La faena de muleta comenzó con ambas rodillas en tierra en los medios. El novillo tenía más recorrido por el pitón izquierdo, con el que se fajó el novillero, logrando algunos naturales largos de mano baja. El novillo pronto en su comportamiento pedía distancias y en alguna ocasión sorprendió a Cabrera, que aguantó las embestidas del novillo. Antes de entrar a matar el novillero soportó dos interminables parones del astado. Lamentablemente todo esto quedó emborronado con un rosario de descabellos.
El cartel lo completaban ‘El Cordobés’, el sevillano de Salteras Manuel Jesús Cid y el caballero Diego Ventura.
El Cordobés sorteó un toro abanto, al que nunca consiguió meter en el capote ni en la muleta. Suelto tras cada muletazo debía el matador buscarlo entre pase y pase. Al final, con esfuerzo y una constante comunicación con los tendidos estructuró su faena.
Muy distintas las cartas que presentaba El Cid. Toreo clásico que se topó, prácticamente desde el inicio con un manso de libro, que se desentendía tras cada muletazo, y que huyó a las tablas del tendido 4 donde El Cid tuvo que aprovechar su querencia para ligar algún pase.
El rejoneador Diego Ventura con su magnífica cuadra logró cortar dos orejas con ajustados recortes, aunque decidió salir andando de la plaza.
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