Cuando desde LA VOZ me propusieron la redacción de varios artículos en los que rememorase conciertos de ferias pretéritas que te dejan huella, tuve que reconocer que no eran tantos los que me habían impactado. Puede deberse a que en mi juventud las músicas que llenaban mi tiempo eran el rock progresivo y, poco más tarde, el jazz, y ninguna tenía mucha cabida en estas fechas. Pero sí que hubo unos cuantos que calaron en mi memoria.
Y por encima de todos, aquel mítico y legendario concierto de Miguel Ríos del año 82.
Situémonos: en esa época contaba yo dieciséis años y os podéis imaginar lo que para un adolescente de esta provincia, alejada de todo, supuso semejante espectáculo. Eran tiempos en los que nuestros progenitores, siendo benévolos, nos permitían regresar a las diez, pero en la semana de feria eran algo más laxos y la salida podía prolongarse hasta altas horas de la madrugada.
Sabía, por tanto, que ese día iba a poder estar con los amigos hasta bien tarde y disfrutar de un concierto de rock, pero no intuía la magnitud del evento.
Para los españolitos Miguel Ríos en ese momento, con el permiso de Clapton, era Dios. Ya nos había conquistado en los 70 con su ‘Himno de la alegría’, sus incursiones en el jazz-rock con sabor andaluz en ‘Al Andalus’ y acabando la década con ese disco de contundente sentencia: ‘Los viejos rockeros nunca mueren'’.
El rock todavía era joven, pero ese año a los Stones, que volvieron por Madrid, se les empezaba a considerar unos vejestorios. Vivir para ver. Miguel ya entraba en una edad peligrosa, si bien inauguró los ochenta con su disco de más éxito, el ‘Rock’n’Roll Boomerang’. Allí estaba ‘Santa Lucía’, la canción con la que reconquistó a públicos de todas las edades. Un año después editó otro bombazo, ‘Extraños en el escaparate’, y empezó a dar forma a lo que sería su directo ‘Rock’n’Ríos’, sin duda el mejor disco en directo del rock patrio. Y lo concibió al contrario de lo habitual: realizó dos conciertos en Madrid, los grabó y editó, e inició entonces una gira en la que recreaba ese directo. Y le salió muy bien la jugada.
En esas condiciones Miguel desembarcó en nuestra Almería, con alcalde socialista, don Santiago M. Cabrejas, creo recordar. Una sociedad recuperándose aún, como el resto de país, del ‘tejerazo’ del año anterior y con unas ansias de libertad en su punto más álgido.
La Plaza Vieja fue el lugar, que se quedó pequeño. Hoy ese concierto se habría suspendido por falta de medidas de seguridad, pero eran otros tiempos. Ya la entrada al recinto fue algo caótica, con largas colas y cambios de puerta de acceso sin previo aviso que provocaron algún episodio de tensión. Y en el interior recuerdo sentirme literalmente atrapado. Hubo sudor, afortunadamente sin sangre, pero las lágrimas, en forma de lluvia, asomaron tras el temazo inicial, ese ‘Bienvenidos’ con el que la banda nos dejó literalmente petrificados.
Aquí siempre llueve en feria, y ese día tocaba; tanto es así que el propio Miguel llegó a anunciar una posible suspensión. No podía creer mi mala suerte. Pero el dios de la lluvia se calmó y tras unos momentos de incertidumbre nuestro clima volvió a su estado habitual y el espectáculo pudo continuar. ¡¡Y de qué forma!!
Una a una iban cayendo todas esas canciones que ya conocíamos bien, temas como ‘Generación límite’, ‘Sueño espacial’, el maravilloso ‘Blues del autobús’, con esa preciosa intro de teclado de Thijs van Leer, los juegos con el público durante ‘Al Andalus’ o el medley de sus temas de rock’n’roll favoritos (‘Sábado a la noche’, ‘Mueve tus caderas’, etc.).
Si hay algo que recuerde de forma vívida de esa noche fue la impresionante calidad de sonido. Todo era perfecto: la voz de Miguel, las maravillosas guitarras de John Parsons y Antonio García de Diego, las dos baterías —¡¡sí, llevaba a dos baterías en su banda!!— los teclados y flauta de Van Leer o el contundente bajo de Tato Gómez.
Muchos directos he visto tras este ‘Rock’n’Ríos’ pero aún lo tengo entre los mejores, en cuanto a calidad de sonido y, sobre todo, energía transmitida por la banda.
Miguel Ríos ha tenido una carrera intachable, de las más dignas de nuestra historia musical, pero solo por ese disco, esa gira y ese concierto que yo viví, ya contaría con mi respeto y admiración eternamente.
Ramón García es pianista, compositor y arreglista. Más en ramongarciamusic.blogspot.com
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