Aquella mañana Almería se vistió de luto. No el toreo, toda Almería, porque Juan Luis era torero igual que fue pintor, cantaor, artista... y por encima de todo bohemio. Juan Luis de la Rosa fue conocido por toda Almería. Durante los últimos años de su vida frecuentaba algunas cafeterías céntricas de la ciudad, en las que era fácil verlo, rodeado de personas, unas veces escuchando lo que estos contaban, otras dando su particular visión de la vida. Pero lo cierto es que, en unos casos y otros, Juan Luis nunca pasaba desapercibido. Un hipnotizador halo lo convertía en el centro de las miradas de las reuniones en las que estuviere. Juan Luis de la Rosa Oña llega al mundo el último día de mayo de 1926, pasando su infancia en la calle Las Cruces, desde donde escuchaba los estruendosos oles en las tardes de gloria de la edad de plata del toreo.
Con su corazón intrépido se puso delante de una becerrita con 13 primaveras, y algo tendría aquello que ya nunca dejó de torear, a los toros y a la vida. en el año 42 debutó de luces en Almería, y en el 45 con los del castoreño en Valdepeñas. Dos años más le hicieron falta para presentarse en Las Ventas de Madrid, la plaza más importante del mundo, con un encierro de Arauz de Robles. Solo un mes más tarde un novillo de Moreno Santamaría le enseñó la cara oculta de la luna, hiriendo su cuerpo y su torería en la plaza de toros de Almería.
Juan Luis de la Rosa tomó la alternativa en un festejo organizado a beneficio de la construcción de la ermita de Torregarcía, donde fue hallada la Patrona, y con sus paisanos Octavio Martínez, "Nacional", con Enrique Vera como testigo. Del coso salió a hombros tras cortar las dos orejas del quinto toro.
Juan Luis fue artista y torero en la más amplia acepción de la palabra. Juan Luis fue artista en su mirada, en sus palabras y en sus silencios, en sus gestos, todo se componía con la naturalidad de los elegidos. En la plaza soñó el toreo artista, el del temple y la pausa, el de las muñecas rotas y la cintura quebrada, con el pecho entregado al servicio de la obra.
En la calle Juan Luis ganaba enteros. Seductor, envidiado por los hombres y deseado por las mujeres presas de su deslumbrante personalidad. No solo toreando destacó, pues Juan Luis se prodigó por bulerias, seguiriyas y fandangos, así como con los pinceles con los que capturaba con precisión a los rincones y los personajes de la Almería que tanto adoraba.
Recibió en el 79 del alcalde Rafael Monterreal el Escudo de Plata de la Ciudad, y en enero de 2003 el Ayuntamiento le distinguió con su Medalla de Oro.
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