Jose Antonio García Moreno (Almería, 1992) finalizó secundaria en el IES Alborán sin tener claro qué estudiar. No le entusiasmaba ninguna carrera en especial. La influencia de sus compañeros le llevó a empezar Derecho. Al año siguiente, tras una reflexión más pausada, tomó la decisión de iniciar sus estudios en Psicología en la UAL.
En 2015, cuatro años más tarde, Jose Antonio obtuvo el premio al mejor expediente de su promoción. El aval de Jose para este premio no era otro que sus excepcionales calificaciones: 28 matrículas de honor de 35 posibles; su nota más baja, un 8.
Además, durante la carrera estuvo inmerso en distintos proyectos de investigación en laboratorio. Sus compañeros resaltan "su compañerismo y su disposición a echar un cable siempre que puede". Tras Psicología, cursó un máster en la Universidad del País Vasco en Neurociencia, obteniendo una nota media final de 9,82. Estos méritos le han llevado a comenzar un doctorado en Neurociencia supervisado por Agnès Gruart i Massó, presidenta de la Sociedad Española de Neurociencia.
De estudiar Sociales a investigar sobre neurociencia, ¿cómo es posible?
Forma parte de un largo proceso de conocimiento. El primer año estudié una asignatura que se llamaba "Introducción a los fundamentos biológicos de la conducta", más orientada al método experimental.
Venir de un bachiller de sociales me obligó a estudiar más a fondo este tipo de asignaturas, propias del bachiller de ciencias naturales.
La parte de la psicología en la que me interesé especialmente fue la destinada a comprender el proceso del aprendizaje. A partir del segundo curso, empecé a colaborar esporádicamente con el departamento de Psicobiología de la universidad, donde estuve hasta terminar la carrera.
En el último curso, conseguí una beca de colaboración a través del Ministerio de Educación durante un año para mi trabajo de fin de grado. Aquí estudié cómo la exposición a órganofosforados, un tipo de pesticida, pueden repercutir en el aprendizaje de comportamientos influidos por el contexto. Estos compuestos pueden encontrarse en el aire o en la dieta en bajas concentraciones, y estudiamos si afectan en este sentido. Uno de estos casos sería, por ejemplo, cómo un olor característico, aunque lo experimentes en otro contexto, te recuerda a tu madre porque su comida tenía ese olor.
Después de la carrera, decides empezar un máster en Neurociencia en la Universidad del País Vasco
De todas las opciones que se me abrieron tras acabar el grado, esta era la que más me llamaba la atención. En esta fase, entre mis opciones estaban Granada o Bilbao, pero me decanté por esta última ciudad por que entendí que me ofrecía unas condiciones más atractivas para lo que yo buscaba en ese momento. Mi tutor del proyecto de fin de grado en la UAL, Fernando Sánchez, me puso en contacto con Luis Martínez Millán, doctor en Medicina y Profesor Emérito en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Con él me inicié en el uso de trazadores neuronales para estudiar los efectos que el ser privado de algún sentido (vista y oído, sobre todo) tiene en las conexiones nerviosas.
En esta etapa, también colaboré con Pedro Rolando Grandes Moreno, otro jefe de un grupo de investigación en la universidad que tutorizó mi trabajo final del máster. Aquí tuve la oportunidad de tener un primer contacto con otras técnicas de investigación, como la microscopía electrónica y la electrofisiología de campo in vitro.
Háblame del doctorado que estás realizando
A los dos meses de comenzar el Master, abrieron desde el ministerio la convocatoria para las becas de formacion de profesorado universitario (FPU). De todos los proyectos que vi relacionados con mi campo de trabajo, el de Sevilla fue el que más me llamó la atención.
Contacté con ellos y al poco tiempo me escribieron haciéndome llegar su interés en que participase en el proyecto. Mientras que realizaba el máster en Bilbao, empezamos a diseñar como sería mi línea de investigación.
El proyecto me ofrecía la posibilidad de volver a estudiar procesos de aprendizaje y memoria mediante el registro electrofisiológico de potenciales de campo locales (LFP) in vivo.
Esta aproximación permite buscar relaciones entre la actividad cerebral y cierto tipo de comportamientos mientras el sujeto de la investigación realiza una tarea. Estos estudios podrían aportar información relevante en el empleo de interfaces cerebro-máquina que permitan mejorar la calidad de vida de personas con movilidad nula o reducida .
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