Mi lista de propósitos

Estamos en la época perfecta para dar ese primer paso necesario hacia nuestros objetivos, el de pensar quiénes queremos ser, hacia dónde queremos ir y hasta dónde vamos

Reese Witherspoon en la película ‘Alma salvaje’ (Jean-Marc Vallée, 2014).
Reese Witherspoon en la película ‘Alma salvaje’ (Jean-Marc Vallée, 2014).
Verónica Díaz
23:23 • 13 ene. 2017

Ahora que se ha terminado la Navidad, que pesamos una media de 2kg más por persona, que la familia se vuelve a disgregar y los pinos vuelven a ser solo pinos, sin luces, sin emociones, desangelados… viene una de las tareas más emocionantes de todo el año, la de elaborar la lista de los propósitos.




Confieso que me encanta husmear y leer las de los demás. Conocer sus puntos flacos, por si acaso son los mismos que los míos y así sentirme menos culpable e imperfecta y más humana, conocer también sus aspiraciones y sus virtudes, por si me inspiran a la hora de crear esa autoimagen mental de quién quiero ser, hacia dónde quiero ir y hasta dónde voy a llegar. 




Habrá quien le quite mérito a esta lista de propósitos por pensar que solo vale para gastar tinta y tiempo porque la mitad de ellos nunca llegarán a ser ejecutados, pero en realidad, el tiempo que invertimos en pensar qué falla en nuestra vida, qué deseamos cambiar o mejorar y en quiénes queremos convertirnos, es la primera parte de todo un proceso que acaba cuando cumplimos nuestros objetivos, y sin esa primera parte tan necesaria nunca llegaríamos a nuestra meta.




A mí me ocurre que a veces me siento un poco perdida y no sé concretar muy bien hacia donde quiero ir, entonces tiro de ese manual de las madres y de las abuelas y me conformo pensando que “yo lo que quiero es ser feliz en mi piel y buena persona” y lo demás ya irá viniendo solo. Pero hasta para lograr eso hace falta marcarse unos propósitos que nos guíen en el camino. Y como a mí me gusta husmear en los de los demás, hoy me desnudo y muestro también los míos por si os inspiran o por si mis debilidades hacen más llevaderas las vuestras.




1. Practicar más mindfulness y meditación.
Yo antes practicaba la meditación y era más o menos capaz de mantener mi cabeza a raya, pero ahora tengo un ruido en la cabeza que ni una ciudad en hora punta. Ese ruido proviene del estrés, de la cantidad de cosas que tengo que hacer cada día, de la presión que ejerzo en mi misma para llegar a todas y culminarlas de un modo perfecto y de la frustración que siento cuando no lo consigo. He observado que muchos momentos pensando en el siguiente y que solo cuando consigo relajarme soy yo misma al 100%, amable, divertida, cariñosa, despreocupada… mi objetivo es conseguir volver a ser así siempre y que las responsabilidades de la vida adulta no me coman ni me agríen el carácter. 
No conozco una forma mejor de conseguir vivir el presente con aceptación, atención y tranquilidad que el mindfulness. Y no conozco una forma mejor de entrenar a mi mente para conseguir la paz y el silencio que la meditación. Aquí reside la clave para mejorar la actitud ante la vida.




2. Ser constante con un deporte que me guste.
¿Dónde está esa joven deportista que era yo de adolescente? Confieso que no llevo muy bien eso de tener que hacer deporte para estar sana y en forma cuando yo siempre fui de las que lo practican por pura diversión. Lo he intentado todo, pero por más que me empeñe en querer correr o en levantar pesas, eso no lo es lo mío y ni  me motiva ni me hace feliz, de hecho, cada vez que lo he intentado con ahínco he estado más cabreada que relajada. Por eso no sirve hacer cualquier deporte a toda costa, si no buscar uno que nos divierta y nos haga sentir realizados, así será más sencillo desarrollar la fuerza de voluntad necesaria para adquirir la constancia. 




3. Cuidar activamente mis relaciones.
En todos los roles de mi vida siempre he sido una persona atenta, cariñosa y muy presente, sin embargo, desde que mis días están abarrotados de otros quehaceres noto que desatiendo más a la gente que quiero. Dedicarles menos tiempo es normal, lo que sí que no quiero permitir es que ese tiempo no sea de buena calidad, con atención plena y con todo mi corazón. 




4. Establecer prioridades.
La prisa y la urgencia con las que vivo y las ganas que tengo de deshacerme de ellas me fuerzan a establecer prioridades. A vaciar mis días de trabajo, a administrar mejor mi tiempo, a dejarle espacio a la espontaneidad y a no encabezar mi lista de tareas importantes con actividades, sino con personas y con sensaciones.


5. En caso de duda aplicar siempre el siguiente decálogo: 
1. Relájate nena, ¿esto que te preocupa ahora, es realmente tan importante?
2. Deja un momento lo que estás haciendo. Para respira, y luego continua. 
3. Se conscientemente agradecida. 
4. Trata a los demás como quieres ser tratada. 
5. No dejes que la pereza sea quien decida por ti.
6. Se humilde y sencilla. Es más importante ser grande por dentro que parecerlo por fuera.
7. No juzgues a los demás, cada uno tiene su propia mochila y su propia historia.
8. Eres una privilegiada así que no te quejes, remángate y haz lo que tengas que hacer cuando sea necesario.
9. Haz solo lo que sume, lo que tenga para ti y para los demás más beneficios que perjuicios.
10.  Ábrete a la vida con confianza y amor.



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