Es el caso más dramático que recuerda. Los diez pisos del edificio Azorín, en la calle del mismo nombre, se vinieron abajo en bloque. Como las fichas de un dominó. Ellos llegaron al lugar de los hechos minutos antes que el juez. “Usted no se mueve de aquí hasta que salga el último muerto y los retrata de frente y de lado como si fuese una ficha policial”, espetó a su padre el magistrado, que lo conocía de otras veces. José Mullor Escamilla no podía ver un cadáver, así que fue él, su hijo, quien hizo las fotos. Los 70 apenas habían echado a andar. Tenía 18 años.
Aquel día, José Juan Mullor retrató “uno a uno” los cuerpos de dieciséis personas. Dos salvaron milagrosamente la vida escondidas en una bañera y en un ascensor. Su padre, fotógrafo de ‘Yugo’ y de LA VOZ, acompañó al médico que rescató de entre las ruinas, amputando una pierna, a un hombre que se había quedado atrapado. A los pocos minutos de salir, lo que quedaba en pie del edificio cedió por completo.
En la tierra del indalo, Pepe Mullor (Almería, 1952) -como lo conocen sus amigos- ejemplifica como nadie el paso del fotoperiodismo de la sala de revelado al de la tecnología digital. Es más, en 52 años de oficio ha servido de enlace entre aquella generación de idealistas que se echaba a la calle cámara en mano a gastar suela y la de hoy, con idéntica vocación pero obligada a reiventarse a diario.
Su padre lo mandó a la calle a hacer su primera instantánea a los 13 años, así que no es de extrañar que lo apodasen ‘El fotos’. Creció al calor de una cuadrilla que llevaba la información en las venas con gente como Diego Guirao, Juan Salmerón o el recientemente fallecido Manuel Román. De Marisol Castillo, su mujer, se enamoró al verla en un retrato e inoculó en ella el gusanillo del fotoperiodismo cuando le dio cuatro nociones básicas para que lo sustituyera mientras se iba a Madrid a hacer un examen en el Sindicato Vertical para poder ejercer. Colaboró con LA VOZ. Y hasta el 24 de enero -día de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas-, ha formado parte de ‘Ideal’, diario donde ha estado la friolera de 42 años.
“Me he jubilado como trabajador del periódico, pero no como fotógrafo; de hecho, mi mujer y mis hijos me han regalado una cámara por la jubilación, la que Juan Sánchez les ha dicho”, expresa Mullor en alusión a su colega de oficio, tratando de mantener su pose de fotógrafo curtido en mil batallas aunque claramente desbordado ante las muestras de cariño recibidas estos días (el día de su despedida se escapó alguna lágrima en el salón de plenos del Ayuntamiento).
“Yo he palpado ese aprecio desde siempre, quizá sea por la edad. El otro día, mis compañeros gráficos me hicieron un sencillo pero emotivo homenaje en el que me decían: ‘Es que tú vas a ser el único que te vas a jubilar como fotoperiodista’. Y a mí me cuesta creerlo, pero es que las cosas han cambiado mucho”, lamenta.
Enseguida detiene la entrevista e interpela al fotógrafo: “¿Prefieres que te mire? Es que yo nunca he estado a este lado”.
Historia viva
Pepe Mullor guarda en su archivo medio siglo de la historia de la provincia. De forma literal. En su iris azul cielo se han reflejado acontecimientos históricos como los ecos de la muerte de Franco, sucesos de la crónica negra como el asesinato de Javier Verdejo y el caso Almería y hazañas deportivas como los tres ascensos a Primera División del equipo rojiblanco y sociales como la celebración de los Juegos del Mediterráneo en 2005.
Usted conoce su trabajo aunque quizá no lo sepa. Tras la firma de J.J. Mullor -en ocasiones injustamente perdida en esta sociedad tan de imágenes y tan poco de respetar autorías-, hay fotografías que ponen los pelos de punta como una de 1976, la de esa pintada sin terminar que le costó la vida a Javier Verdejo en la que se lee ‘Pan’ cuando debería leerse ‘Pan, trabajo y libertad’. “Aquello fue de madrugada; a la mañana siguiente fui a hacer la foto, menos mal porque a las pocas horas había desaparecido”, recuerda.
En la primavera de 1981, Mullor y el periodista Pedro Manuel de la Cruz, ahora director de LA VOZ, fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos del Caso Almería, en el kilómetro 9 de Gérgal. “Dimos con el sitio con las últimas luces del día, había un espejo retrovisor del Ford Fiesta, unos guantes de látex y otras piezas sin importancia. Luego empezó a salir todo el tema y en el entierro se juntó en Pechina media Almería”, señala.
Otro hecho trágico para la Semana Santa de Almería que el fotoperiodista captó para la hemeroteca de esta ciudad fue el incendio de la Catedral en abril de 1996. “Hay una instantánea que es la que más impacta: la de una imagen de la Virgen de la Merced, la única que entre comillas se salvó porque está quemada, con un hermano abrazado”, indica.
“Lo que hacíamos hace 30 ó 40 años no se hace hoy. No porque no queramos los profesionales, sino porque no se nos permite meternos en una casa que se haya incendiado, nos ponen la cinta de seguridad. Yo antes me metía hasta la cocina. En la calle Gerona, frente al edificio de la Universidad, hubo una explosión, un edificio entero se quemó y murió una familia entera. Recuerdo meterme con los bomberos expuesto a que me hubiese caído un cascote”, reflexiona.
Personajes
52 años de oficio han permitido a Pepe Mullor codearse con personajes inaccesibles para el común de los mortales. Presume de llevarse bien con políticos de cualquier signo y tiene anécdotas con los reyes eméritos, Adolfo Suárez o Santiago Carrillo. “Un día, estando en la Alcazaba, el rey Juan Carlos me dijo con su pachorra habitual: ‘¿Para qué me haces fotos si no llevas carrete?’. No me hizo ni puñetera gracia. Adolfo Suárez vino de vacaciones a Almería nada más ser nombrado presidente del Gobierno y estuve con él y con su hija, que fue reina de las fiestas de Cabo de Gata. Y Carrillo se fumó quince cigarrillos en media hora de entrevista”, relata.
El pasado 24 de enero, como en su primer día en ‘Ideal’ hace 42 años, Marisol fue a recoger a Pepe a la redacción por última vez. Tirando de su pose de fotoperiodista curtido en mil batallas, entregó su equipo, se despidió de los compañeros y enfiló por la puerta con el corazón en un puño. Búsquenlo allá donde ocurra la noticia, tiene cámara nueva.
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