A los segundos de escucharse ganador del Goya al mejor actor por ‘El autor’, Javier Gutiérrez se fundió en un abrazo con el director almeriense Manuel Martín Cuenca. “Desde hace meses, gracias a la confianza que depositó en mí, su nombre no se me va de la cabeza. Todo lo que estoy viviendo personal y profesionalmente en estos últimos meses, todo lo que me ha regalado este personaje, esta película, se lo debo a Manolo”, expresó el sábado en la 32ª edición de los Premios de la Academia, donde ‘La librería’, de Isabel Coixet, ganó película, dirección y guion adaptado y ‘Handia’, de Jon Garaño y Aitor Arregi, barrió con diez estatuillas.
El asturiano remata así una fulgurante temporada: el Goya se suma al Forqué, al Feroz, a la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos y aún puede conseguir el Fotogramas de Plata. Su creación de un aspirante a escritor, en apariencia mediocre -algo que el espectador intuye pero nunca llega a saber-, que no tiene reparos morales en manipular la realidad de quienes le rodean con tal de encontrar para su novela la inspiración que las musas le niegan, era un caramelo para alguien de la talla de Gutiérrez, especialista en dotar de mirada turbia y patetismo tragicómico a tipos corrientes. Y un artefacto de precisión en manos de un maestro en guiar a sus intérpretes hacia el registro perfecto -que suele hallar en zonas de sombras y debilidades- como es Martín Cuenca. “Gracias por tu amor, por tu confianza, por tu pasión por el oficio y por ser el mejor director de actores de este país”, remató el flamante goya.
‘El autor’ sumó otro premio de los nueve a los que aspiraba: actriz de reparto para Adelfa Calvo. “Manuel, has sido tan maravilloso conmigo que no lo voy a olvidar nunca”, expresó la malagueña, más conocida por la televisión (‘El secreto de Puente Viejo’) que por sus pequeñas apariciones en el cine (‘La voz dormida’, ‘A cambio de nada’). Su portera de lengua fácil, corazón abierto y cicatrices en el alma es un personaje tan agradecido como osado (ese desnudo integral, ese desnudo emocional), una de esas mujeres maduras cargadas de verdad y vida que cuesta encontrar hoy en pantalla y una composición solo capaz de llegar a buen puerto cuando el talento natural se entrega a la confianza ciega en un director.
Nathalie Poza, mejor actriz por ‘No sé decir adiós’ (rodada en la provincia y producida por el almeriense Damián París), alzó con justicia por primera vez un Goya y también recordó en sus agradecimientos al responsable de ‘El autor’. Era su cuarta nominación, segunda como protagonista: la primera fue por ‘Malas temporadas’, segundo filme de Martín Cuenca. Un autor que algún día recogerá todo lo que está dando a ese cine español que huye de fórmulas magistrales y busca seguir caminando al frente sobre el alambre del riesgo.
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