Miguel P. Borbalán / Juan Gabriel García
23:58 • 28 ago. 2011
Cuando le proponemos este ‘En la Feria con…’, el padre fray Justo Cuberos se muestra encantado, pero no le parece “oportuno” ir a tomar nada a los chiringuitos de la Feria del mediodía. Como buen futbolero, prefiere jugar en casa. Acepta cortésmente posar para la foto sentado en un banco de la plaza con la bulla al fondo, pero la conversación se desarrolla en la quietud de la sacristía del santuario de la patrona de Almería.
Una patrona cuyo manto ya lleva bordadas las obras de este granadino, la labor con la hermandad o los nombres de los cientos de parejas a las que ha casado a los pies de la Virgen. Confiesa el padre que llegó a esta ciudad “un poco obligado por el voto de obediencia” porque estaba “muy a gusto en Málaga”, pero asegura que el tópico de que “a Almería uno llega llorando y se va llorando” se ha cumplido en su persona. Explica que en muy poco tiempo ha encontrado muchos amigos de verdad que le hacen ser cada día más desarrollado en su vocación y en su trabajo. El lado ‘negativo’ de tener tantos amigos es que no tiene tiempo para compartir la Feria con todos ellos.
Porque para el dominico el principal valor de la Feria es “compartir la presencia de uno mismo con los demás, pasar un rato de alegría y dar un abrazo a quien no ves desde hace tiempo”. Recuerda que su padre lo llevaba de niño a la feria de Loja y compartían “un cartucho de patatas fritas con sal, una cerveza y, sobre todo, un rato orgullosos de estar juntos los dos solos”. Todos los días de Feria intenta tomar algo con sus amigos o ir a los toros cuando le invitan, “lo importante es pasar tiempo con la gente a la que quieres”.
Un cura en los toros… “Sí, me gustan mucho. Casi todos los días me invita algún amigo”. Dice que las tardes de toros forman parte de la idea de compartir tiempo con los demás y de pasarlo bien, “como es natural”. Ha ido a casi todas las corridas de este año y le sorprende que los tendidos de la plaza parecen la tribuna del Estadio Mediterráneo, “porque se ven las mismas caras”.
Cuberos conoce bien las gradas del estadio porque es el capellán del equipo capitalino. Dice que le querían dar un pase para el palco, pero lo rechazó porque prefiere sentarse “con la gente del pueblo”.
Sabe que mucha de esa gente que se encuentra los domingos en el fútbol y cada Feria en los toros la volverá a ver en la procesión que cierra los cultos en honor a la Virgen del Mar. Espera que, como todos los años, tanto el santuario como las calles al paso de la procesión se llenen fieles.
Asegura que la Virgen del Mar tiene la fuerza de recoger el fondo de religiosidad que hay en Almería y que “habría que intentar activar más”. Le da pena que haya personas que sean practicantes uno o dos días al año, pero se muestra esperanzado en que acabe germinando esa semilla de fe, sobre todo “si se trabaja desde la escuela y desde las familias”. Igualmente opina que las familias tienen mucho que decir en lo que menos le gusta de la Feria, el estado de los jóvenes a partir de las seis de la tarde en las calles del centro. Lamenta verse obligado a cerrar las puertas del templo “para evitar problemas”.
Cada almeriense acudirá a la procesión con una plegaria en el corazón, la del padre Justo es “que cada uno seamos felices a través de la fidelidad a la vocación a la que hemos sido llamados, ya sea como sacerdote, como padre de familia o como trabajador”.
Una patrona cuyo manto ya lleva bordadas las obras de este granadino, la labor con la hermandad o los nombres de los cientos de parejas a las que ha casado a los pies de la Virgen. Confiesa el padre que llegó a esta ciudad “un poco obligado por el voto de obediencia” porque estaba “muy a gusto en Málaga”, pero asegura que el tópico de que “a Almería uno llega llorando y se va llorando” se ha cumplido en su persona. Explica que en muy poco tiempo ha encontrado muchos amigos de verdad que le hacen ser cada día más desarrollado en su vocación y en su trabajo. El lado ‘negativo’ de tener tantos amigos es que no tiene tiempo para compartir la Feria con todos ellos.
Porque para el dominico el principal valor de la Feria es “compartir la presencia de uno mismo con los demás, pasar un rato de alegría y dar un abrazo a quien no ves desde hace tiempo”. Recuerda que su padre lo llevaba de niño a la feria de Loja y compartían “un cartucho de patatas fritas con sal, una cerveza y, sobre todo, un rato orgullosos de estar juntos los dos solos”. Todos los días de Feria intenta tomar algo con sus amigos o ir a los toros cuando le invitan, “lo importante es pasar tiempo con la gente a la que quieres”.
Un cura en los toros… “Sí, me gustan mucho. Casi todos los días me invita algún amigo”. Dice que las tardes de toros forman parte de la idea de compartir tiempo con los demás y de pasarlo bien, “como es natural”. Ha ido a casi todas las corridas de este año y le sorprende que los tendidos de la plaza parecen la tribuna del Estadio Mediterráneo, “porque se ven las mismas caras”.
Cuberos conoce bien las gradas del estadio porque es el capellán del equipo capitalino. Dice que le querían dar un pase para el palco, pero lo rechazó porque prefiere sentarse “con la gente del pueblo”.
Sabe que mucha de esa gente que se encuentra los domingos en el fútbol y cada Feria en los toros la volverá a ver en la procesión que cierra los cultos en honor a la Virgen del Mar. Espera que, como todos los años, tanto el santuario como las calles al paso de la procesión se llenen fieles.
Asegura que la Virgen del Mar tiene la fuerza de recoger el fondo de religiosidad que hay en Almería y que “habría que intentar activar más”. Le da pena que haya personas que sean practicantes uno o dos días al año, pero se muestra esperanzado en que acabe germinando esa semilla de fe, sobre todo “si se trabaja desde la escuela y desde las familias”. Igualmente opina que las familias tienen mucho que decir en lo que menos le gusta de la Feria, el estado de los jóvenes a partir de las seis de la tarde en las calles del centro. Lamenta verse obligado a cerrar las puertas del templo “para evitar problemas”.
Cada almeriense acudirá a la procesión con una plegaria en el corazón, la del padre Justo es “que cada uno seamos felices a través de la fidelidad a la vocación a la que hemos sido llamados, ya sea como sacerdote, como padre de familia o como trabajador”.
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