El Museo Ibáñez de Olula del Río acaba de incorporar a sus fondos permanentes un cuadro de Joaquim Sunyer, el autor más relevante del Noucentismo catalán. La obra, un óleo sobre lienzo de 55 x 46 cms, fue adquirida recientemente en subasta pública, en Madrid, por Andrés García Ibáñez, creador del museo y presidente de la Fundación de Arte Ibáñez-Cosentino. Se trata de un retrato de la esposa de un amigo personal del propio Sunyer, a quien se lo dedica junto a la firma.
La obra pertenece al período más esencial, poético y depurado, de plena madurez, de este autor, indispensable en la vanguardia española del siglo XX. Como en sus mejores obras, hace gala de un cromatismo brillante y mediterráneo y de una ejecución de planos bien diferenciados junto a un dominio de la línea muy sugerente y evocador. Hay en su obra madura una intención sintética y primitivista, de vuelta a los orígenes del mundo mediterráneo, sin duda aprendida de Picasso y la pintura parisina de comienzos de siglo, nacida tras el postimpresionismo. En este retrato destaca el exquisito acorde de color de rosas y celestes, y una composición de planos abstractos que potencian el dibujo de la figura, evocándonos, sin duda, obras del Picasso del periodo Rosa o el Gósol.
El cuadro, presentado el pasado viernes por Antonio Martínez Pascual, alcalde de la localidad, y Andrés García Ibáñez, puede verse ya en el museo de Olula, en su sala 16, en el lugar reservado para la ‘Pieza invitada’, antes de ser instalado definitivamente, dentro de un mes, en la sala dedicada a la vanguardia española del siglo XX. Se enriquece así un conjunto expositivo de enorme importancia, donde casi todos los grandes maestros españoles de la tradición figurativa, desde Goya hasta la actualidad, están representados.
El pintor
Joaquim Sunyer nació en Sitges en 1874. Su vocación de artista nació por influencia de su tío Joaquim de Miró, también pintor. Se formó en Barcelona, en la Escuela de Bellas artes, y compartió amistad con artistas del Modernismo. En 1896 viajó por vez primera a París. Allí residió en Montparnase y Montmartre. Pasó escaseces económicas y hacia 1903 conoció a Picasso, Manolo Hugué y Aristide Maillol, que influyeron notablemente en él. En esta época pintó numerosos dibujos al pastel, donde también se advierte la influencia de Bonnard y Degas.
En 1914 volvió a España y se estableció en Sitges, su pueblo natal. Allí desarrolló un estilo personal, de acentuado espíritu parisién, pero de indudable poder de evocación.
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