Por la barra del Puga han pasado 150 años de la historia de Almería. 40 centímetros de mármol que sus camareros se han encargado de mantener caliente para hacer sentir en casa al personal. El mármol es frío, pero la consigna de sus dueños de toda la vida era clara: que la barra se vuelva caliente. “Aquí viene un hombre con una preocupación y tienes que escucharlo hasta quitársela”, inculcaban a sus empleados Leonardo y José Martín López. Quizá por eso el Puga no ha sido un negocio de clientes, ha sido un negocio de amigos.
Cuando llegaban los viajantes y se encontraban solos en la ciudad, venían al Puga para estar menos solos. Hablaban de fútbol o del tema que sea y se sentían a gusto, de modo que al año siguiente regresaban. “Había muchísima gente que se conocía de venir aquí nada más, de esos hemos tenido muchos”, apunta José Martín López.
Cuando los hermanos Martín López eran niños, sus padres les colocaban unas garrafas para impedir que saltaran y se fueran a la barra. Jubilados hace tres años, ahora pasean por la calle y la gente los detiene como reconociendo su contribución al barrio. “Lo bonito es ir por la calle y que te pare un joven de 30 años y te diga: ‘Leo, me he criado contigo porque mi padre me subía a la barra con tres años y me dabas un trozo de jamón’. Se me ponen los pelos de punta”, recuerda Leo.
En el marco de su Semana Cultural, la Asociación del Casco Histórico nombra este lunes vecinos ejemplares a Leo y José Martín, las manos y el gesto amable del negocio hasta que en 2015 se traspasó a la empresa Servicios Hoteleros La Catedral, dueña del Hotel Catedral Almería. De hecho, el colectivo concede esa misma distinción a José Ángel Pastor López, presente y futuro del bar con más solera de la capital, por mantener “la línea de trabajo, los empleados, el recetario y el modelo con el objetivo de perpetuar la ‘esencia Puga”.
“Nuestra empresa tiene entre sus objetivos la revitalización del casco histórico por lo que el compromiso es total con el entorno, ya que entendemos que Almería debe de recuperar y conservar su patrimonio cultural”, explica José Ángel. “El reconocimiento es que tras 70 años en este barrio haciendo todo lo que hemos podido y más, las cosas vayan saliendo”, añade Leo.
Contribución al barrio
En la zona del Puga que hoy muchos consideran el hectómetro de oro de la tapa almeriense hasta hace no tanto estaban solos. “Descansábamos en septiembre y la gente no quería porque decía que cuando cerraban los negocios de la calle Las Tiendas, esto era un cementerio. Ahora hay más de veinte bares aquí; esta zona la hemos levantado desde el Puga”, reflexiona Martín López.
Entre los problemas del casco antiguo, destacan que este apenas ha evolucionado y se está quedando “desfasado, desconectado y arrinconado”. También el envejecimiento de la población y el estado de abandono de muchas viviendas, lo que “da muy mala imagen al turista”.
Sobre el proyecto de reforma de la Plaza Vieja, el monumento a Los Coloraos les da igual donde se ubique. Sin embargo, los árboles les parecen innegociables. “Almería es la única ciudad donde quitan árboles”, asegura Leo.
Leo y José siempre han vivido junto al negocio, en la calle Lope de Vega, “cien metros arriba, cien metros abajo”. Desde que se jubilaron, a veces entran al Puga y se apostan en la barra, al otro lado de donde han visto pasar la historia de Almería. “No echamos de menos el trabajo, sí a la gente”, dice uno. “Desde este lado se ve la vida distinta, esos 40 centímetros son un mundo”, añade el otro. 40 centímetros de mármol que nunca se enfría.
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