La historia de los relojes de la Catedral de Almería aún está por descubrir. Los fallos mecánicos y de precisión que llegaron a dejar sin hora a la población, incluso largas temporadas, en un tiempo en el que marcaban, literalmente, el ritmo de la vida de la ciudad porque la gente de a pie no podía permitirse uno. Los distintos cambios de artilugio y los detalles de cada uno.
El Archivo Histórico Provincial expone desde ayer como ‘Documento del mes’ una escritura notarial de 1756, que recoge los textos por los que el arcediano de la Diócesis de Almería, Francisco Alejandro Bocanegra Xijaba, un año antes de ser nombrado obispo de Guadix, contrató el proyecto, la construcción y la instalación de un reloj para la torre del campanario de la Catedral de Almería. El encargo era para el maestro relojero Melchor Rosario y actuó como escribano Francisco Antonio Martínez.
Según Jesús Rodríguez Vaquero, geógrafo y profesor en la Universidad de Almería y experto invitado del mes en el Archivo, este documento ha de contextualizarse en una época, mediados del siglo XVIII, en la que “un reloj de estas características regía la vida de la ciudad y sus huertas: el comienzo y el fin de la jornada laboral, los turnos de riego, el cierre y la apertura de puertas de la ciudad y la hora de regreso de los vecinos a sus viviendas”.
En el documento de este mes de octubre se pueden distinguir la carta remitida al obispado de Almería por el maestro relojero en enero de 1756, las 17 condiciones de carácter técnico y de materiales que cumpliría el reloj y su diseño en planta y alzado. “El hecho de que incluya un dibujo constituye una verdadera peculiaridad”, apuntó la directora del Archivo, Marisa Andrés, antes de indicar que en el diseño se aprecian dos flores de lis.
El modelo inglés
El del ‘Documento del mes’ es un reloj de péndulo, patentado por primera vez cien años antes, en 1656, y construido siguiendo el modelo inglés, como recoge textualmente al usar la expresión “a la inglesa”. Tal y como recordó el experto, la relojería inglesa alcanzó un gran esplendor y la primacía mundial entre el 1600 y el 1800, siendo posteriormente sustituida por la tecnología y el diseño suizo y alemán.
En las condiciones, se hace referencia a una serie de características, tanto constructivas (caja, solaza, pilares o columnas, basas) como técnicas (corona, linternas, ruedas, botones, poleas, manecillas, catalina, arquillo, casquillos). Además, se alude a longitudes, pesos, soldaduras, ensamblajes y a los materiales constructivos, nombrándose la madera de Flandes, el bronce y la plata entre otros, para ganar en calidad y precisión. Incluso se citan elementos decorativos, como la flor de lis y los colores de la madera.
“El encargo se valoró en 9.500 reales, una cifra que el relojero consideró muy inferior al precio que él estimaba que tendría la pieza. Sin embargo, como dato complementario, podemos aportar que si hiciésemos el cálculo del valor de la obra hoy, alcanzaría una cantidad próxima a los 90.000 euros”, sostuvo Rodríguez Vaquero.
“El Archivo ha elegido este documento en octubre coincidiendo con el mes en el que venimos cambiando la hora de verano a la de invierno en los últimos años desde 1981, fecha en la que se estableció ese cambio en España”, indicó el delegado territorial de Cultura, Turismo y Deporte, Alfredo Valdivia.
El invento del maestro Rosario funcionó más de 80 años, todo un logro dadas las vicisitudes que han registrado los relojes de la Catedral.
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