Revisitar el espíritu de Falces a través del CAF tiene para mí un sentimiento añadido, me devuelve recuerdos mágicos de la infancia cuando, posando para él, fui Alicia en su país de las maravillas.
Y ya dentro de sus salas me llaman por mi nombre las palabras que se esconden entre las imágenes y que vuelan hasta mis ojos. Ahora y hasta el 9 de diciembre lucen tres exposiciones complementarias muy interesantes.
Black and White
Thomas Kellner (Bonn, 1966) Es un fotógrafo alemán que ha dedicado gran parte de su carrera a la deconstrucción de la arquitectura. Según sus propias palabras, “huyendo de los cánones del Renacimiento, que son los que priman en la tradición fotográfica, nace esta síntesis analítica visual”. Escoge elementos arquitectónicos de fama internacional y los rompe literalmente ante nuestra mirada. Las 52 imágenes que componen esta exposición en blanco y negro y que están realizadas entre 1997 y 2005, aportan una sensación de baile, de humanización de lo pétreo que atrapa irremisiblemente.
El juego visual propuesto nos devuelve a la infancia por la sensación de componer con cubos un gran monumento, para después romperlo de un manotazo entre risas de verano. Pasear entre esta muestra nos roba admiración y estupor frente a ejemplos tan emblemáticos en nuestro imaginario como: una Alhambra con aire despeinado, una Torre Eiffel como cortada en caprichosos filetes o el Stonehenge a punto de dejar de ser un megalito hierático y misterioso. Su método se basa en toda una serie de fotografías del mismo elemento cuidadosamente estudiadas, creando con ellas una especie de puzle que conforman un todo a partir de las hojas de contacto y que explica en un documental muy interesante que acompaña la muestra.
Geometrías urbanas
Pilar Guerrero (Almería, 1969) Arquitecta y fotógrafa. “La simplicidad es la gloria de la expresión”, decía el poeta norteamericano Walt Witman. Este aforismo parece estar escrito para esta muestra. En la coqueta y confortable sala Amalia López surge esta interpretación hipnótica. Acercar la lente al detalle de una fachada aparentemente vulgar desde los ojos de esta artista, nos sumerge en un mundo seductor y geométrico que no somos capaces de disfrutar en nuestro paso cotidiano.
Es toda una perspectiva fascinante con sello propio donde la luz, la forma y el color se confabulan para aportar cuadros gráciles dignos de vestir cualquier salón de nuestras casas. Desde 2015, esta arquitecta de ojos poéticos se cuelga su cámara para brindarnos: desconchones en paredes, humildes ventanas, ángulos sorprendentes de cubiertas, bocas de canalones en su encuentro con la calle, balcones macizos rectangulares que resultan teclas de un piano verde… y todos resulta existir en un plano paralelo que convive con lo etiquetado de vulgar.
Entonces es cuando esta exposición se torna asombro, se convierte en un bombón de licor que explota en nuestra boca. Pilar se hace experta en descubrir la palabra belleza en la sopa de letras de lo cotidiano, cuando su ojo de artista nos seduce con elementos urbanos reconocibles para un almeriense de a pie y su encuadre cobra vida propia contemporánea y atemporal al mismo tiempo. Acompañan la muestra más imágenes en una pantalla que nos invitan a desear seguir impregnados con las geometrías urbanas.
Las caras del tiempo
Ricardo Martin (Granada, 1953) Periodista, fotógrafo y editor gráfico, realizó estudios de Derecho y Ciencias de la información en Granada y Madrid. Toda su trayectoria está vinculada a la historia de nuestra democracia y parece contarla con sus retratos. Las caras del tiempo son una colección de personajes destacados de la vida cultural y política, sobre todo nacional, de las últimas décadas. El fotoperiodista nos devuelve con esta extensa exposición de retratos, una sonrisa con final agridulce que es imposible soslayar ante tantos hombres y mujeres insignes de los últimos cuarenta años y que muchos ya no están. Incluso una llega a pensar, visto el burdo retrato de la actualidad, cuán rápido han desaparecido sus estelas, condenándonos quizá a empezar de nuevo.
La escritora Carmen Martín Gaite, con su hermoso pelo plateado nos pide silencio, la poeta-niña Gloria Fuertes nos sonríe escondida tras un caballito de madera, una adolescente Penélope Cruz nos mira ingenua a punto de sumergirse en las aguas negras de la fama, una pose de diva en su época dorada de la actriz Victoria Abril, la Pasionaria, con su carcajada de joven-vieja sabia en 1981, Enrique Tierno Galván bailando feliz un agarrao que no parece un chotis... y el que sin duda encabeza la muestra: el presidente Adolfo Suárez en su retrato más bello y cercano que yo haya visto, relajado, en 1987, a seis años de su dimisión, mucho más joven que cuando fuera presidente. Parece sonreírnos burlón desde donde quiera que se llevara su concordia nacional en el bolsillo.
Esta última exposición es la guinda del paseo, un repaso muy recomendable al de dónde venimos que les invito a transitar antes de ir a votar este domingo. Quizá el anhelo descolorido sobre el control del hacia dónde vamos de pronto cobre algún sentido. O no, no les garantizo que salgamos indemnes del ejercicio de la nostalgia, pero emociones seguro que se llevan a casa. De eso trata el Arte.
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