La odisea comenzó en 1468, cuando unas decenas de hombres y mujeres de un mismo clan familiar cabalgaron con más de 300 manuscritos en alforjas de cuero desde Toledo pasando por tierras de Granada hasta llegar el mar.
Allí embarcó esta tribu de godos convertidos al Islam en un navío medieval custodiando un tesoro de papiro y papel medieval que aún respira y que se ha ido incrementando con los siglos hasta la cifra lujuriosa de 12.714. Marchaban a uña de caballo, víctimas de la represión del monarca castellano Alfonso VI, muy lejos de ese increíble espíritu de convivencia toledano entre judíos, musulmanes y cristianos.
De los entresijos y tejemanes de esa peripecia histórico va este aseado volumen escrito al alimón por este viejo cronista de Tombuctú que es el cuevano Antonio Llaguno y por su alter ego, Ismael Diadié Haïdara, el ángel de color, custodio de todo ese legado andalusí que guarda tantas esencias de la tierra de moros que fuimos desde Toledo hasta las playas de lo que hoy es Almería.
El volumen ‘De Toledo a Tombuctú, un camino de manuscritos’, que se presenta hoy a las 20:00 horas en la Biblioteca Villaespesa, es la transcripción de esas conversaciones reveladas entre el ciudadano negro y el ciudadano blanco junto a una parte histórica primera en la que narran los hitos de esa ciudad bendita y maldita a lo largo de los siglos y otros escritos marginales, prologado por Manuel Pimentel en una portada en la sobrecoge la mirada incógnita del coautor Ismael.
Este libro es la historia de una saga familiar que exiliada de Toledo en el siglo XV atravesó el desierto llevando como único equipaje la amargura de la huida y manuscritos raros que serían la semilla de una valiosísima biblioteca que logró atravesar milagrosamente océanos de tiempo para llegar hasta nuestros días en razonable estado de conservación.
Mahmud Kati, hijo de Ali ben Ziyad el toledano, el Quti, el andalusí, emparentaría con la familia imperial y escribiría la primera historia de África. Y de ahí, hasta Ismael Diadié, descendiente directo de aquel primer Quti africano.
Pero además de esta historia familiar, también conoceremos de la historia de Tombuctú y, sobre todo, de los intelectuales, de los religiosos y de los militares andalusíes, con paisanos nuestros, que durante siglos emigraron y se mestizaron en la hermosa ciudad del Níger.
En el tercer y último cuerpo del libro encontraremos un conjunto de escritos de ambos coautores que complementan y enriquecen el contenido de la obra, así como la traducción inédita de algunos manuscritos y el prólogo a la primera edición francesa de la historia de África escrita por Mahmud Kati. Textos de conferencias, de prólogos de libros, discursos y diversos trabajos cortos configuran una rica miscelánea que aporta un alto valor que redondea el libro. Merece también la pena resaltar la rica bibliografía que se adjunta, y que servirá de guía a todos aquellos caminantes que quieran adentrarse en los territorios sin fronteras de la historia de Tombuctú y del Fondo Kati.
El Fondo Kati volvió a dispersarse en abril de 2012, para poder ser preservado, cuando una coalición de grupos yihadistas, integristas islámicos y nacionalistas tuaregs entraron por la fuerza en la ciudad de Tombuctú.
Ahora toda este tesoro de papel pende de un hilo, escondido entre poblados africanos, a la espera de una pacificación del país.
Un fondo en eterno peligro
Ismael, el negro Ismael, es ya un almeriense más. Después de tanto tiempo, de tanto camino tratando de dar a conocer esa biblioteca medieval, ha perdido un poco la fe. No encuentra aliados en España, el origen de toda esa orgia de letras manuscritas iniciada en el siglo XII, siquiera para hacer una copiadigital. Ha habido acercamientos por parte de la Junta de Andalucía, de Castilla La Mancha, de la Universidad Carlos III, pero no ha habido un proyecto de preservación del inconmensurable Fondo Kati. “Si España no lo quiere, tendremos que atender las ofertas de universidades europeas y americanas”, asegura.
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