Javier Adolfo Iglesias
13:21 • 05 nov. 2011
La ópera ‘La mujer de la sombrilla’ abrió la noche del viernes en el teatro Apolo el duodécimo certamen de guitarra clásica Julián Arcas. El estreno de carácter mundial dio paso al día siguiente a la celebración en la escuela de música de Roquetas de la primera parte del concurso.
Esta ópera de cámara fue un encargo del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música al afamado Juan Cruz-Guevara. El compositor macaelense es a su vez el director artístico del certamen, organizado por la Fundación Cajamar, que produce esta pieza que viajará por otras provincias y el extranjero.
La expectación por el estreno fue alta pues ‘La mujer de la sombrilla’ es un proyecto cien por cien almeriense. El autor del texto o libreto es Francisco Cortés, economista de Fundación Cajamar, quien ya antes había hecho notables incursiones en la literatura. “Este proyecto surgió hace año y medio de forma espontánea. Comenzó como un reto y al final salió para adelante”, afirmaba Cortés, gran aficionado a Puccini, poco antes de subirse el telón. Desde Granada se desplazó Gonzalo Roldán, crítico de la revista Ritmo. Cruz-Guevara es catedrático de composición en el Conservatorio Superior de la vecina ciudad. “Juan busca siempre la experimentación tímbrica. Yo creo que va a conseguir persuadirnos y sumergirnos en el universo de la obra”, afirmó el crítico antes de la representación.
Música en la mente
Efectivamente, la obra cautivó, incluso emocionó. Pese a la distancia habitual que la composición contemporánea marca en el oyente occidental clásico. Poca melodía, cadencias extrañas, muchos agudos...le pasó a Wagner y a Stravinsky. Pero al final, la gente aguantó y lo agradeció con sus aplausos. Con los excelentes músicos del ensemble “Taller sonoro” sobre las tablas junto al narrador Tete Cobo y una impresionante Olvido, Mariví Blasco, soprano hecha para volar por las alturas a las que Cruz-Guevara le lleva. Es una escritora que sufre el deterioro del Alzheimer, con la metáfora de la playa, la sombrilla y el mar. Y las muchas citas cultistas literarias del barroco texto simbolista de Cortés. La música describe su mente, angustiada por el deterioro neuronal, convertido en los pasajes más ruidosos, con palmas y personajes extras. En medio de las tres escenas, una melodía clásica al chelo, con ecos de Cole Porter.
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