Un viaje a la raíz del yoga para acabar con el aislamiento

La ONG Yoga Raíz convoca un evento el próximo día 23 a beneficio de la Fundación Vicente Ferrer

Evento junto al mar organizado por la ONG almeriense (Foto: O. Martínez).
Evento junto al mar organizado por la ONG almeriense (Foto: O. Martínez).
Marta Rodríguez
07:00 • 15 may. 2021

Llevar el yoga a personas que, de otra forma, no tendrían acceso a él. Es la razón de ser de Yoga Raíz, una ONG almeriense que, a pesar del freno que ha supuesto la pandemia, puede presumir de haber introducido esta disciplina en el Centro Penitenciario El Acebuche, donde durante dos años todos los viernes de forma religiosa logró que los internos mirasen a su interior y se sintieran menos aislados.



Personas privadas de su libertad, en riesgo de exclusión social o ingresadas en un centro hospitalario. A ellos se dirige este proyecto que el próximo domingo 23 de mayo ha convocado un encuentro abierto a todo el mundo y junto al mar, en la zona del Espigón de los Gatos, para recaudar fondos a beneficio de la Fundación Vicente Ferrer en Almería. El evento comenzará a las siete de la mañana con una meditación, continuará con los 108 saludos al sol y se cerrará con un yoga suave y restaurativo.



“No es necesario inscribirse, para participar basta con presentarse allí y luego cada uno aporta la voluntad”, explica a LA VOZ Olalla Martínez Pleguezuelo, fundadora de Yoga Raíz junto a Pablo López, José Miguel Gómez y Ana López.




“Buscadora espiritual”
La vida de la propia Olalla cambió por completo cuando hace quince años, tras una pequeña crisis, descubrió el yoga. Ella, que siempre había sido una “buscadora espiritual” y anhelaba hallar respuestas a las grandes preguntas, se dio cuenta de que tenía una idea equivocada de lo que era esta disciplina oriental, que no consistía en “sentarte y levitar”.






“El yoga es una herramienta potentísima para conocerse a uno mismo, vivir mejor y hacer las cosas más fáciles a los demás. Porque cuanto mejor esté yo, mejor le transmitiré eso a los que están a mi alrededor. Es una forma de vida”, reflexiona.



En definitiva, se trata de vivir en un estado de consciencia en el que se controla un poco más lo que pasa alrededor y se aceptan los problemas no resueltos. Tanto los emocionales y físicos como los de contacto con los demás.



Durante el confinamiento domiciliario, los primeros meses de la crisis sanitaria, Yoga Raíz contribuyó a mantener el equilibrio ofreciendo sesiones de yoga a través de sus redes sociales. “¿Cómo expresar con palabras el ‘feed-back’ que recibimos? Agradecimiento supino”, confiesa.


“La gente me escribía y me pedía de todo: clases más cortitas para que les diese tiempo, más relajantes por el estrés. Y lo mejor es que, aparte de esa conexión tan especial, sentíamos el consuelo de que seguíamos formando parte de un grupo aunque estuviésemos aislados. Seguíamos siendo parte de algo más grande de nosotros mismos”.


Entender “ciertas cosas”

Olalla Martínez, de Yoga Raíz, asegura que en un centro penitenciario cualquier experiencia o emoción se eleva a la enésima potencia.


De su paso por El Acebuche como profesora de yoga, recuerda que algunos internos se quedaron impactados por la conexión que llegaron a sentir. “Había personas que no fallaban y que empezaron a notar que el yoga les daba una opción de entenderse a ellos mismos. Un día escribiremos un libro de nuestra experiencia allí porque ya no es que nos dieran las gracias por ir, sino que nos confesaran que, estando en ese estado de relajación, habían entendido por qué habían hecho ciertas cosas”, apunta.


Aunque el proyecto tuvo que interrumpirse a causa de la pandemia, esperan retomarlo pronto.



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